Directora: Ana Mariscal
España, 1961, 85 minutos
¡Hola, muchacho! (1961) de Ana Mariscal |
Drama propagandístico auspiciado por las fuerzas vivas del tardofranquismo, la acción de ¡Hola, muchacho! (1961) transcurre en un marco espaciotemporal cuyos valores esenciales giran en torno a la familia, el trabajo y los dictados del nacionalcatolicismo. Su directora, la hoy redescubierta Ana Mariscal, vuelve a interpretar un papel de mujer descarriada (en realidad una simple madre soltera, algo escandaloso en aquel contexto), si bien el protagonismo recae sobre Juan (Carlos Casaravilla, doblado por la cavernosa voz de Teófilo Martínez), un altivo mecánico de motores de aviación al que los máximos dirigentes de su empresa envían a Córdoba para que realice un cursillo organizado por la Universidad Laboral de la ciudad andaluza.
Más que por su argumento típicamente folletinesco, el principal interés de la cinta reside en cómo la cámara capta la monumentalidad de una arquitectura al servicio de los ideales del Régimen, escenario donde los estudiantes desfilan alegremente con ordenada disciplina militar y se someten a las exigencias de unos frailes dominicos que, como en el caso del magnánimo padre Germán (Antonio Casas), ejercen la docencia en aquellas aulas.
Ni que decir tiene que la moralina hace acto de presencia a cada momento, deslizando consignas encaminadas a reforzar los valores autóctonos, por ejemplo cuando uno de los preceptores lanza aquello tan reaccionario de que "De la generosidad de nuestro esfuerzo y de nuestra formación, depende el futuro de la patria". Así, al menos, lo creían algunos y ese espíritu de camaradería se halla presente de principio a fin de una película tal vez olvidable, sí, pero que constituye al mismo tiempo un interesante documento de época.
Cabe añadir, por último, que la tormentosa relación padre-hijo entre Juan y el resentido David (Manuel Franch) adquiere tintes melodramáticos que la vehemente partitura del argentino Isidro B. Maiztegui no hace sino reforzar hasta casi convertir la trama en un sólido duelo generacional donde unos y otros, jóvenes y viejos, se verán forzados a dejar de lado su respectivo orgullo para terminar haciendo una apología un tanto descafeinada de las virtudes familiares.
Universidades Laborales al frente de las cuales el régimen iba poniendo a las órdenes religiosas, repartiéndolas con cuidado entre las mismas (jesuítas, salesianos, dominicos...)
ResponderEliminarTodo ello queda perfectamente reflejado en la película.
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