Título en español: Juegos divertidos
Director: Michael Haneke
Austria, 1997, 108 minutos
Funny Games (1997) de Michael Haneke |
Pocas películas tan radicales y a la vez tan provocadoramente transgresoras como Funny Games (1997). Y no sólo por lo hiriente que para algunos espectadores pueda resultar la ultraviolencia en ella contenida, sino, sobre todo, debido a la audacia de una puesta en escena mediante la que su director, el alemán afincado en Viena Michael Haneke (Múnich, 1942), se burla de las más esenciales convenciones cinematográficas y, de paso, de nosotros mismos.
En puridad, habría que conceder que el punto de partida (un par de jóvenes que se cuelan en lujosas residencias veraniegas con la perversa intención de torturar a sus moradores) ya estaba más o menos presente en La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971) de Kubrick. La novedad, en todo caso, estriba en la ausencia de elementos que permitan adscribir el filme a uno u otro género. Entiéndase bien: lo que Haneke plantea no es ni una cinta de terror ni de ciencia ficción. Ni siquiera un producto gore. Por el contrario, la etiqueta que mejor la definiría es la de hiperrealista. Y es precisamente ahí donde reside la fuerza de sus imágenes.
A tal efecto, son varios los recursos de los que se sirve el cineasta para conseguir una tan particular atmósfera de desasosiego. Por ejemplo el uso del fuera de campo, dando lugar a que los espectadores se imaginen las atrocidades cometidas por los sádicos Paul (Arno Frisch) y Peter (Frank Giering) sin llegar realmente a mostrarlas en pantalla. O el silencio reinante durante largos planos secuencia rodados en tiempo real. Aunque lo verdaderamente innovador es la ruptura de la cuarta pared por parte de Paul, ya sea con un guiño cómplice mirando a cámara o aludiendo directamente al carácter fílmico de la acción. En especial cuando utiliza el mando a distancia para rebobinar los hechos y resolver así la trama según su conveniencia.
No obstante, y por asombroso que parezca, la intención de Haneke al rodar esta película era denunciar hasta qué punto nos hemos vuelto insensibles al dolor ajeno. De ahí que, en cierto modo, parodie un determinado tipo de cine hollywoodense con el objetivo de incomodar a quienes, conviene recordarlo, eran libres de haber abandonado la proyección ante la primera señal de violencia sin necesidad de permanecer cómodamente sentados en sus butacas de principio a fin.
Todo lo que apuntas es correcto, pero recuerdo que, cuando la vi, a pesar de los esfuerzos del director, noté algo de lejanía, quizá por un cierto tono de superioridad que nos hace tomar distancia.
ResponderEliminarEstá bien que menciones la palabra "distancia" porque remite al efecto de extrañamiento brechtiano mediante el que Haneke pretende que no nos identifiquemos con los personajes, sino que reflexionemos en torno al fenómeno de la violencia.
EliminarUna película impresionante y diferente. Cuando rompe la cuarta pared, frustrando la fugaz expectativa de que se haga justicia, pone de manifiesto nuestra vulnerabilidad y la capacidad manipuladora de las imágenes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Absolutamente. De hecho, el recurso del mando a distancia no deja de ser una forma un tanto irónica de evitar cualquier atisbo de catarsis por parte del espectador.
EliminarUn abrazo.
Hola Juan!
ResponderEliminarNo volví a verla desde su estreno. Desde luego no dejaba indiferente.
Saludos!
A mí es una película que me encanta, de mi lista de filmes favoritos.
EliminarSaludos.