Director: Ari Aster
EE.UU./Reino Unido/Finlandia, 2025, 148 minutos
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Eddington (2025) de Ari Aster |
Tal y como ya sucedía en Beau is Afraid (2023), el tándem Ari Aster-Joaquin Phoenix vuelve a proporcionarnos una experiencia cinematográfica de lo más intenso gracias a la muy estimable Eddington (2025), recreación en clave tremendista de la sociedad americana durante la pandemia por Covid-19 de hace cinco años. En ese sentido, el trasfondo que se intuye en la pequeña localidad de Nuevo Méjico en la que transcurren los hechos dibuja un panorama marcado por la crispación continua a través de las redes, ya sea en el marco de conflictos raciales o políticos.
Joe Cross, el sheriff al que da vida Joaquin Phoenix, responde a un perfil que sería el prototipo de individuo dispuesto a todo con tal de permanecer en el cargo e incluso llegar a más, cueste lo que cueste. De ahí el pulso encarnizado que mantiene con el alcalde Ted Garcia (Pedro Pascal) para arrebatarle el control de la ciudad. Que sus métodos no sean precisamente los más ortodoxos aporta momentáneamente un cierto toque cómico que la realidad, tras el advenimiento de la era Trump, nos recuerda que no es ninguna broma.
Por eso la etiqueta de wéstern moderno con la que casi unánimemente está siendo recibida semejante propuesta en el mundo entero se queda corta para definir una cinta cuyo sentido último apunta en la dirección del miedo, la paranoia y la amenaza que surge en momentos de extremismo político y polarización. Asimismo, el personaje de Emma Stone, al igual que su madre, una mujer enfermizamente obsesionada con teorías conspirativas de todo tipo, representan cómo la posverdad y la manipulación informativa pueden arraigar en el seno de una sociedad aparentemente democrática.
De todo lo cual se deduce una crítica clara a la radicalización de ideologías, tanto de derecha como de izquierda, y a la forma en que el miedo al “otro” convierte a vecinos en enemigos. Una ciudadanía más pendiente de grabar y difundir con sus teléfonos móviles lo que ocurre a su alrededor que de participar activamente en la vida pública para evitar el colapso de las instituciones. Algo que, a su vez, conecta con una visión demoledora de la masculinidad tradicional, autoritaria, que cree poder controlar el entorno mediante su fuerza o carisma, pero que termina desmoronándose ante la complejidad de un mundo al borde del abismo.
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