Director: F.W. Murnau
Título original: Nosferatu, eine Symphonie des Grauens
Alemania, 1922, 95 minutos
Nosferatu (1922) de F.W. Murnau |
Obra maestra del expresionismo alemán, la bien merecida fama de la hoy ya más que centenaria Nosferatu (1922) difiere, sin embargo, del carácter vampírico tal y como quedaría definitivamente fijado en el imaginario colectivo tras la irrupción de Bela Lugosi, primero, y Christopher Lee años después. Se trata, por lo tanto, de una versión con personalidad propia respecto al mito creado a finales del XIX por el irlandés Bram Stoker en su célebre novela. Diferencias con las que Murnau pretendía desmarcarse de su modelo, pero que, aún así, no evitaron que la viuda del escritor emprendiese acciones legales que a punto estuvieron de hacer desaparecer toda copia existente de la película.
Por fortuna, ello no fue así y la terrorífica efigie del conde Orlok (Max Schreck) continuará de por vida acechando en las tinieblas y, sobre todo, haciendo las delicias de un público cinéfilo que lo ha elevado a la categoría de leyenda. Existen, a este respecto, todo tipo de rumores acerca de si el actor protagonista era realmente un vampiro o cualquier otro engendro por el estilo. Y ciertamente, dada su apariencia estremecedora y el significado de su apellido ('terror' en alemán), el terreno parecía abonado para que se extrajeran conjeturas de toda índole. Nada más lejos de la realidad, aunque ya se sabe que esa clase de cuestiones contribuyen a alimentar el aura de misterio en torno a una cinta que, además de criaturas que se desintegran con los primeros rayos del amanecer, plantea también la posibilidad de que éstas viajen en barco propagando una enigmática epidemia de peste.
Subtitulada originalmente como "Una sinfonía del horror", la puesta en escena de Murnau destaca, no obstante, por su predilección por rodar en exteriores y a plena luz del día, cosa nada sencilla hace un siglo, por cierto, cuando las cámaras y demás equipo de filmación no eran precisamente artefactos ligeros. El caso es que, con su gusto por encuadrar los planos ayudándose de arcos, puertas y otros elementos arquitectónicos análogos, el cineasta saca partido de la profundidad de campo en no pocas secuencias.
Por último, y ya en otro orden de cosas, no es un dato irrelevante mencionar el regusto innegablemente decimonónico de lo que no deja de ser una historia de amor romántico (en el sentido literario del término) entre Hutter (Gustav von Wangenheim) y la angelical Ellen (Greta Schröder). Un aliciente más para revisitar este clásico del cine mudo, especialmente si, como es nuestro caso, se tiene ocasión de disfrutar de la impecable versión restaurada por Luciano Berriatúa.
Pues sí, todo un clásico.
ResponderEliminarEs increíble cómo mantiene su vigencia más de cien años después del estreno.
EliminarUn clásico indiscutible. A ver qué tal será la versión de Robert Eggers.
ResponderEliminarUn abrazo.
A ver: se estrena estas navidades. El renombre de su director hace que las expectativas sean altas.
EliminarUn abrazo.
Coincido con que es un clásico del cine.
ResponderEliminarY la idea de que el actor era realmente un vampiro es el ejo de Sombras del vampiro, protagonizada por Willen Dafoe.
Saludos.
Parece bastante improbable que la leyenda tenga algún fundamento, pero, en todo caso, Dafoe fue nominado al Óscar por su genial interpretación.
EliminarSaludos.
Clásico no, recontra clásico. Recuerdo haberlo visto hace un par de décadas, y que me había gustado mucho.
ResponderEliminarAbrazos
Murnau supo darle un enfoque expresionista que mejora, incluso, la fuente literaria de la que bebe.
EliminarSaludos.