Título original: Sleeper
Director: Woody Allen
EE.UU., 1973, 90 minutos
El dormilón (1973) de Woody Allen |
Dos son las referencias paródicas que enseguida saltan a la vista como principales fuentes de inspiración de Sleeper (1973): La naranja mecánica (1971) de Kubrick y Fahrenheit 451 (1966) de Truffaut. A las que podría añadirse una tercera, considerando que el robot que tutoriza la clonación de la nariz del Líder Supremo parece claramente un remedo del HAL 9000 de 2001: Una odisea del espacio (1968). Ingeniosa sátira, por tanto, de las películas de ciencia ficción, cuyo protagonista despierta al cabo de doscientos años de letargo para encontrarse con un mundo radicalmente distinto al suyo.
Entre la distopía futurista y la diatriba social y política en clave humorística, la película de Woody Allen pasará a la historia por su crítica implícita a la tecnología y los avances científicos. Así pues, el guion plantea una sociedad de individuos que recurren al placer artificial, ya sea mediante el uso del orgasmatrón o a través del tacto de unas misteriosas bolas metálicas de efecto lisérgico. Aunque también se trata de un mundo orwelliano a lo 1984 en el que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado perseguirán sin tregua a Miles Monroe (Allen) por considerarlo un peligroso infiltrado.
Es esa pérdida de libertades individuales la que marca el punto de inflexión en una comedia recordada por el divertido papel de autómata que interpreta su director en el contexto de una puesta en escena muy slapstick repleta de alusiones al humor del cine mudo o incluso de los hermanos Marx (como en la secuencia del espejo) que la jazzística banda sonora, con el clarinete del propio Woody a todo ritmo, no hace sino intensificar.
Por lo demás, la imagen del protagonista embutido en un aparatoso traje hinchable que lo mismo le sirve para volar a trompicones que para deslizarse vertiginosamente sobre la superficie de un estanque con su compañera Luna (Diane Keaton) a cuestas resulta divertidísima pese a que deja traslucir temas de más hondo calado como serían la figura del individuo que se rebela contra el sistema o la ridiculización de un orden mundial consumista y cada vez más tecnificado.
Para mí es una de esas películas que podrían dar para estar hablando horas, porque contiene tantos mensajes en tan poco tiempo, que sería la delicia de cualquier amante de aquellos cine-forums que ya no se llevan.
ResponderEliminarDesde luego, es mucho más profunda de lo que pudiera parecer a simple vista.
EliminarUn verdadero clásico, con mucho humor, que incluye temas para analizar.
ResponderEliminarEl traje hinchable es para reírse con ganas.
Saludos.
Digamos que Woody Allen nos dora la píldora mediante su sentido del humor, pero estoy de acuerdo con Trecce que podría organizarse una excelente sesión de cinefórum a partir de esta película.
EliminarSaludos.
Allen va tomando confianza en sí mismo pese a los referentes que señalas. Tiene momentos brillantes, aunque confieso que no es mi preferida de su etapa más cómica.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por lo menos se ríe uno bastante, de eso no cabe duda.
EliminarUn abrazo.
Desternillante, muy divertida, con momentos de carcajada. De la época donde Allen aún no había dado con la comedia romántica, que prácticamente inventó, por la que llegó a sus cotas más altas.
ResponderEliminarSaludos.
Totalmente de acuerdo, Fernando. Luego se pondría más trascendental (y a veces hasta peñazo).
EliminarSaludos.
Muy divertida, muy satírica. Coincido con todo lo que fueron comentando los amigos aquí arriba.
ResponderEliminarAh, me olvidé d ecomentar que recuerdo al joven Stallone en aquella otra película de Woody. En todas las biografías de Silvester aparece esa escena.
Abrazos, Juan.
PD: Me gustaría tener más tiempo para el cine, miraría aquellas otras películas que reseñas, de otros directores, algunos novedad para mi.
Ah, el tiempo: estamos hechos de tiempo. Pero si uno lo saca de aquí y de allá, al final siempre es posible hacer cosillas.
EliminarSaludos.