miércoles, 21 de agosto de 2024

El hombre bueno (2024)




Director: David Trueba
España, 2024, 79 minutos

El hombre bueno (2024) de David Trueba


"Si te paras a pensarlo, la vida es una puta mierda: es como un perro al que quieres acariciar y todo el rato se lanza a morderte". ¿Qué más se puede pedir? Aparte de comenzar con una parodia de El séptimo sello (1957) y rendir homenaje a Buster Keaton, la última película de David Trueba, El hombre bueno (2024), debe ser saludada como lo que realmente es: una pequeña joya repleta de reflexiones inteligentísimas. Película modesta en cuanto a recursos técnicos, con apenas cuatro actores y rodada íntegramente en espacios naturales de las Baleares, cuya sobriedad quizá entroncaría más, lo que son las cosas, con el estilo de su sobrino Jonás.

El planteamiento gira en torno a una pareja en crisis, padres de la preadolescente Manuela (Aia Pérez), que, además de alojarse en casa de Alonso (Jorge Sanz), recurre a los consejos de su anfitrión como si de un consejero matrimonial se tratase. Y aunque a este último, desde su retiro alejado del mundanal ruido, no le gusta nada el concepto de "hombre bueno", lo cierto es que ello no impide que se preste a echarles un cable.

"¡No pienses con frases hechas!"


A fin de cuentas, la experiencia vital que atesora Alonso (antiguo mago de las finanzas, superviviente de varias adicciones y un gravísimo accidente, reconvertido ahora en burgués bohemio de vuelta de todo) lo convierte en el asesor ideal para poner remedio a las diferencias que han ido minando la relación entre Vera (Macarena Sanz) y Juan (Vito Sanz) después de tantos años de convivencia. De entrada la conexión con la niña es inmediata, lo cual representa un inicio prometedor, mientras que a los adultos, en cambio, les costará un poco más aceptar las sugerencias de su mentor.

Es posible que el hecho de que la cinta se haya estrenado directamente en plataformas pueda afectar de algún modo a la recepción de la misma por parte de un público poco habituado a este tipo de cine, en el que el tono conversacional de los diálogos o su puesta en escena minimalista contrasta abiertamente con lo que sería lo habitual en producciones más convencionales. Quién sabe. En todo caso, qué mejor propuesta para una tarde de agosto que las disquisiciones a orillas del mar de unos personajes en busca de la felicidad (si es que esa palabra todavía significa algo).



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