Director: Jerzy Skolimowski
Polonia/Italia/Reino Unido, 2022, 85 minutos
EO (2022) de Jerzy Skolimowski |
Había ya pasado la mayor parte del día cuando, desfallecido, me desengancharon del collarón, y, libre de la atadura de la máquina, me llevaron al pesebre. Por muy fatigado y necesitado de restablecer fuerzas que estuviera, y muerto de hambre por demás, me dejé llevar de mi habitual curiosidad, posponiendo la comida —que por cierto era abundante— para luego, y me puse a observar con angustia el sistema de vida de aquella fábrica.
Apuleyo
El asno de oro
Traducción de José María Royo
Se representa estos días, con éxito de público y crítica, el espectáculo teatral Burro, un ameno montaje basado en textos clásicos y con música en directo que estará en el Romea de Barcelona hasta el 2 de junio. En esa misma línea temática, resulta difícil ver una película tan sumamente bella como EO (2022) sin acordarse del Bresson de Au hasard Balthazar (1966) y hasta de otros ilustres precedentes literarios, ya sea el Platero y yo de Juan Ramón Jiménez o incluso El asno de oro de Apuleyo. En todo caso, el veterano Jerzy Skolimowski sorprende con una singular parábola que se presta a múltiples interpretaciones, la mayoría en torno a ese pobre borrico errante que se halla continuamente expuesto a la estupidez y crueldad humanas.
A este respecto, son varias las situaciones a lo largo de la trama, por ejemplo la de los hooligans, en las que las personas son más burras que los propios burros. Algo que podría hacerse extensible a los políticos que protagonizan una inauguración tan ridícula como suelen serlo este tipo de eventos. No obstante, también hay almas caritativas que se apiadan del jumento para darle su cariño y ayuda, ya sea la joven que lo felicita por su cumpleaños o el sacerdote italiano que viaja con él en la parte trasera de una camioneta.
Según parece, durante el rodaje fueron necesarios diversos rucios (Tako, Ola, Marietta, Ettore, Rocco y Mela), lo cual, aparte de complicar las cosas a nivel logístico, habría motivado en muchos casos que, dada la dificultad de dirigir a un animal, la acción se terminase adaptando a los movimientos de las acémilas y no al revés.
Contratiempos que el director polaco resuelve con la maestría de un cineasta consagrado que hace gala de sensibilidad extrema mediante una puesta en escena minimalista en la que las imágenes hablan por sí mismas. Pocos diálogos, pues, y alguna que otra aparición estelar, como la de Isabelle Huppert haciendo de condesa italiana, en una coproducción entre varios países que fue galardonada en los Premios del Cine Europeo, además de representar a Polonia en los Óscar.
Una bella película.
ResponderEliminarSin duda que lo es. A mí me ha encantado.
EliminarEs como la de Bresson pero más sofisticada visualmente. En cualquier caso, una propuesta insólita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ésta es quizá más desesperanzada en su trasfondo, con esas pobres bestias camino del matadero para ser convertidas en salami: metáfora tal vez del destino incierto que nos depara el futuro.
EliminarUn abrazo.