Director: Joan Maria Codina
España, 1912, 30 minutos
Lucha de corazones (1912) de Joan Maria Codina |
Ah, si jo descobrís qui va matar el capatàs, i ha perdut a l'Andreu!... i a mi mateixa! I el cor m'ha dit sempre que jo ho sabré algun dia. Mireu: no tinc forces per a res. Nostre Senyor m'ha fet ben poca cosa; ara mateix rentant m'he girat aquesta munyeca... Mes d'esperit sí que en tinc, sí; i estic segura que algun dia em té de valdre!
Àngel Guimerà
Maria Rosa (1894)
Acte I, escena IV
Pese a lo primitivo de su factura, las imágenes de Lucha de corazones (1912) revelan el talento para la puesta en escena de un cineasta cuyo nombre, Joan Maria Codina (1870-1936), apenas si había trascendido hasta fechas muy recientes. Entre otras cosas porque la autoría de esta cinta, libre adaptación de un drama de Guimerà, se le venía atribuyendo a Fructuós Gelabert, aquel pionero del cine local que gracias a su Riña en un café (1897) ha pasado a la historia como el autor de la primera película española con argumento. Sin embargo, todo parece indicar que Gelabert sólo se ocupó en este caso de la fotografía, mientras que es al bueno de Codina a quien correspondería otorgar el mérito de haber dirigido el resto.
El argumento, drama en tres actos, gira en torno a los recién casados Rosario y Manuel, y un tercero en discordia, el infame Paco, quien, tras asesinar en plena calle a otro hombre, esconde el arma homicida en casa de Manuel para lograr que incriminen al novio y así tener vía libre con su esposa, de la que siempre ha estado secretamente enamorado.
Ni que decir tiene que Rosario se mantendrá fiel a su marido mientras éste permanezca injustamente en presidio, pese a las continuas tentativas de Paco para seducirla. Muy al contrario, la mujer logrará, en colaboración con sus vecinos, llevar a cabo una argucia que permita sonsacarle al alevoso pretendiente la confesión de su crimen.
Más que por el carácter folletinesco de la trama, el interés del filme reside en alguna que otra pincelada costumbrista, como las barretinas que lucen algunos lugareños o los uniformes de los mossos d'esquadra que puntualmente intervienen para poner orden. También por las tres chimeneas humeantes que se ven de pasada, al fondo de lo que se supone que debe de ser la Barcelona de la época, testimonio mudo del remoto pasado industrial de la ciudad.
Una verdadera joya.
ResponderEliminarYa lo creo. Quizá por ello la película ha sido objeto de una reciente restauración llevada a cabo por Filmoteca Española.
EliminarInteressant, perles cinèfiles!
ResponderEliminarDel pobre Codina ja ningú se'n recordava. Fins i tot, a molts llocs el seu nom consta erròniament com a Josep Maria.
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