Director: José Luis García Sánchez
España, 1996, 107 minutos
Tranvía a la Malvarrosa (1996) de J.L. García Sánchez |
Cogimos el último tranvía de la Malvarrosa que iba a Valencia. En la jardinera volvía la gente llena de sol, muy cansada. Marisa al final del viaje había reclinado la cabeza en mi hombro y se había quedado dormida con la bolsa y el cartapacio de las acuarelas a los pies. Al día siguiente me examiné de Filosofía del Derecho. Me preguntaron algo sobre Luis Vives. Hablé de la armonía vital que yo había subrayado con lápiz rojo. Saqué un notable y con eso me convertí en un licenciado.
Manuel Vicent
Tranvía a la Malvarrosa
Aparte de adaptación cinematográfica de una conocida novela de Manuel Vicent a propósito de sus recuerdos de juventud, Tranvía a la Malvarrosa (1996) es, sobre todo, uno de esos filmes repletos de colaboraciones estelares con las que se pretende contrarrestar la escasa relevancia del elenco protagonista. En ese sentido, ni Liberto Rabal ni ninguno de los actores que interpretan al grupo de amigos del joven Manuel alcanzaban en aquel entonces el renombre de, pongamos por caso, Fernando Fernán-Gómez (en un breve papel de rancio catedrático de derecho), Juan Luis Galiardo (un fanático ultracatólico llamado Arsenio) o Vicente Parra, quien, poco antes de morir, cerraba su filmografía interpretando a un cura confesor.
Igualmente episódica es la participación de Ariadna Gil dando vida a La China, prostituta obsesionada con el recuerdo de su difunto novio, al que identifica con Manuel, y Antonio Resines como el Semo, reo de muerte acusado de haber asesinado a una niña cuya ejecución en el garrote vil alentará la vocación literaria del futuro escritor.
Película, ya desde su propio título, de inequívoca ambientación levantina, se beneficia de una espléndida dirección de fotografía, a cargo de José Luis Alcaine, en la que se intuye la luminosidad de la pintura de Sorolla, mientras que la banda sonora, obra del francés Antoine Duhamel (1925–2014), fue compuesta, según rezan explícitamente los títulos de crédito iniciales, "en homenaje a Isaac Albéniz".
La Valencia de los años cincuenta, tal y como la recrean Rafael Azcona y José Luis García Sánchez, aparece retratada como una sórdida ciudad de parroquias y prostíbulos en la que los universitarios de primer curso, ávidos de ritos iniciáticos que los liberen del ambiente opresor que se respira por todas partes, sacian sus bajas pasiones al ritmo de las caderas de Silvana Mangano o bien en compañía de peculiares maestros de ceremonias como Pepín El Bola (Jorge Merino), orondo cantamañanas, obsesionado con la comida y el sexo, que lo mismo se hace pasar por el secretario del Gobernador que pasea su rolliza figura a lomos de una frágil vespa.
La película es bienintencionada, pero cuando la vi, me dio la impresión de una especie de superabundancia de ambientación con no mucho criterio (es mi opinión, claro).
ResponderEliminarOpino igual que tú: a mí me sobra, por ejemplo, la voz en off de Santiago Ramos haciendo de narrador.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarNo la tengo muy fresca. Por cierto, ¿no te parece que Liberto Rabal tiene un aire a Pedro Sánchez?...
Saludos!
Es posible, no sé: a mí también me suelen confundir con los dos (je, je).
EliminarSaludos.