Director: Ramón Fernández
España, 1969, 83 minutos
Las panteras se comen a los ricos (1969) |
Otro de los mitos de la mojigatería tardofranquista fue el de la amante, querida o amiguita: esa mujer de moral dudosa, idónea para el placer, descartada para el matrimonio, a la que se le ponía piso o se le compraba un chalé. Lugar común al que el cine y el teatro recurrieron con asiduidad y que a Miguel Mihura le inspiró el argumento de su comedia Las entretenidas, estrenada el 12 de septiembre de 1962 en el Teatro de la Comedia de Madrid.
La versión cinematográfica que, siete años después, dirigió Ramón Fernández bajo el sugerente título de Las panteras se comen a los ricos (1969) estuvo protagonizada por Patty Shepard (Fanny) y un Fernando Fernán-Gómez cuyo personaje, un doctor en medicina ya entrado en años, decide romper con la joven porque considera que eso de tener amante ya no se lleva y, además, está mal visto en alguien que, como en el caso de don José, será ascendido en breve.
El resto de la trama obedece al típico enredo sainetesco, cúmulo de embustes y falsedades mediante el que unos y otros pretenden llevarse el gato al agua. A este respecto, la intromisión del venerable don Vicente (Manolo Gómez Bur), en principio conchabado con el médico, no hace más que añadir nuevos elementos de intriga, si bien él mismo acabará también cayendo rendido ante los encantos de la nínfula.
El temor a la rigurosa censura debió de motivar que, en la película, se soslayase la condición de prostituta de Fanny, circunstancia incómoda a la que el acaudalado galeno se refiere con el eufemismo "antecedentes" en la vida de la joven de Badajoz, "esa provincia tan peligrosa para las chicas que no tienen medios". La propia muchacha, en otro momento del filme, declarará sin ambages su dependencia con respecto al hombre que la mantiene: "Y como paga tiene derecho a exigir. Y exige, nada menos, que una sea siempre la misma: que no envejezca, que no se ponga fea, que no le salga ningún barrillo en la nariz... Y esto es imposible. Un día nos estropeamos y hay que reemplazarnos".
Vaya argumento, Dios mío.
ResponderEliminarEs una parodia de la hipocresía o doble moral que imperaba durante el franquismo. Vaya, aquello de "vicios privados y virtudes públicas".
EliminarMe da la impresión de que más que de mojigatería habría que hablar de machismo.
ResponderEliminarUn abrazo.
No mezclemos cosas: el telón de fondo es, efectivamente, una misoginia generalizada en todos los ámbitos del franquismo sociológico. Sin embargo, lo que aquí se plantea es frivolizar sobre algunos de los tabúes que obsesionaban a la moral oficial del régimen. De ahí que la película deba entenderse como una caricatura de dicho puritanismo.
EliminarUn abrazo.
Hola Juan!
ResponderEliminarCreo haber odio/leído que también era habitual ponerles una mercería. Bueno, bromas aparte, estas películas en cierto modo nos sacan un poco los colores.
Saludos!
Hola, Fran:
EliminarEstás en lo cierto: eso mismo de la mercería es lo que le propone el protagonista de la película a su amante para que se conforme.
Saludos.