Director: Luis Buñuel
Méjico, 1951, 86 minutos
Susana (1951) de Luis Buñuel |
La irrupción de Susana en la hacienda de don Guadalupe (Fernando Soler), una noche de tormenta, viene precedida de varias señales de mal agüero: rayos y truenos, platos rotos, una yegua que da a luz un potro muerto... Todo lo cual, unido al sobresalto de la criada Felisa, que teme que el demonio ande suelto, contribuye a subrayar el carácter diabólico del personaje. Antes la hemos visto en la celda de un correccional, rodeada de ratas y arañas, de donde logra huir "milagrosamente" tras haber invocado la misericordia divina.
Con tales indicios, queda meridianamente claro que la muchacha no va a traer nada bueno a un hogar en el que reina la felicidad y adonde la acogen como sirvienta entre grandes muestras de afecto. Porque la hermosura descomunal de Susana (Rosita Quintana) despierta de inmediato la concupiscencia de los hombres que allí residen, del más joven al más viejo, ávidos de poseer tantísima belleza. Tentación que la propia interesada se encarga de provocar adoptando un aire candoroso bajo el que se ocultan oscuras intenciones...
La cizaña que Susana irá sembrando en el seno familiar ocasiona que el joven Alberto (Luis López Somoza) rivalice, sucesivamente, con el capataz de la finca (Víctor Manuel Mendoza) y hasta con su propio padre. De modo que doña Carmen (Matilde Palou), valedora, en un principio (y en su calidad de matriarca), de la recién llegada, termine por desenmascarar el verdadero carácter de una pérfida criatura que a punto ha estado de dar al traste con la estabilidad doméstica.
Comenta Buñuel en sus memorias, a propósito de Susana (1951), que sentía no haber sido más sarcástico en el final, cuando todo termina felizmente bien, ya que "un espectador no avisado pudiera tomarse en serio dicho desenlace" (Mi último suspiro, página 197). En todo caso, y en la línea de lo que apuntábamos ayer a propósito de El bruto (1953), revisar películas como ésta a la luz de una óptica feminista arroja una interpretación opuesta a la de la mujer lasciva y moralmente reprobable, toda vez que su protagonista padece el acoso de unos hombres que se disputan sus favores sexuales. De ahí que Susana, cuya única aspiración es relacionarse con quien ella quiere cuando ella quiera, sea vista por los habitantes de la hacienda como un peligro para la perpetuación del orden pequeñoburgués.
Es cierto que desde una perspectiva actual, el personaje femenino no se ve con los mismos ojos que entonces.
ResponderEliminarLo que pretende demostrar Buñuel es que basta que una simple joven provocativa se inmiscuya en el seno de una familia burguesa para que se esfume la hipocresía que preside las relaciones entre sus miembros.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarGracias de nuevo por el enlace, la veré con interés. Por cierto, el poster me recuerda mucho a Jennifer Jones en "Duelo al sol" (1946).
Que tengas un feliz domingo, saludos!
Hola, Fran:
EliminarSupongo que, en ambos casos, ésa era la manera que tenía entonces la industria de explotar el sex-appeal de las actrices.
Saludos y feliz semana.
Un mujer con malignas cualidades de seducción es un interesante argumento, aunque se revele que no es así.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno: yo creo que sí es así. Lo que ocurre es que a un cineasta transgresor de las características de Buñuel le encanta que los integrantes de una familia "como Dios manda" dejen al descubierto sus verdaderos deseos tras sentirse atraídos por la tentadora Susana.
EliminarSaludos.