viernes, 11 de septiembre de 2020

Alta fidelidad (2000)




Título original: High Fidelity
Director: Stephen Frears
EE.UU./Reino Unido, 2000, 113 minutos

Alta fidelidad (2000) de Stephen Frears

Han pasado veinte años desde que se estrenara High Fidelity, una de esas películas en las que, como hacía Woody Allen en Annie Hall (1977), el protagonista se pasa la mayor parte del tiempo hablando a cámara para contarnos su vida. Una existencia marcada, a partes iguales, por la pasión melómana del tal Rob (John Cusack) y su incapacidad para superar los desengaños amorosos. Y es que la inmadurez del personaje y de sus colegas del curro (aún más pirados que él), lejos de suponer un inconveniente, es de las que crean escuela. No en vano, se acaba de estrenar una serie con el mismo nombre cuya protagonista (Zoë Kravitz, la hija de Lenny Kravitz y Lisa Bonet) retoma el entusiasmo de su predecesor por los vinilos y por confeccionar listas con las cinco mejores canciones de todos los tiempos.

A pesar de que la novela homónima de Nick Hornby en que se basa el guion transcurría en Londres, los productores norteamericanos decidieron trasladar la acción a Chicago, quizá porque Cusack, coproductor del filme y alma mater del proyecto, creció en aquella ciudad. En todo caso, sí que se buscó a un cineasta inglés para dirigirlo, recayendo tal responsabilidad en el veterano Stephen Frears, que ya había conocido el éxito en Hollywood gracias a su versión de Las amistades peligrosas (Dangerous Liaisons, 1988).



Comedia friki por antonomasia, lo cierto es que High Fidelity sentó las bases, gracias a la presencia histriónica de Jack Black, de títulos posteriores como, por ejemplo, Rebobine, por favor (Be Kind Rewind, 2008) de Michel Gondry, donde el mismo actor, en un registro muy similar, hacía de cinéfilo que trabaja en un videoclub.

Aunque, al margen de frases ingeniosas, una banda sonora repleta de clásicos de los setenta y algún ilustre cameo (siendo el de Bruce Springsteen el más notorio), lo que de verdad hará las delicias de cualquier nostálgico aficionado a la música que vea esta película es observar con detenimiento las carátulas de los álbumes que Rob tiene a la venta en su tienda de discos o desparramados por casa. Joyas incontestables de la época dorada, que van desde Discipline (1981) de King Crimson o Synchronicity (1983) de The Police, pasando por Fleetwood Mac (1975) de la banda del mismo nombre y Before and After Science (1977) de Brian Eno.


4 comentarios:

  1. Me encanta esta peli. Todos los hombres somos un poco como él. La banda sonora es excelente y la actuaciones también. Romance, drama, comedia, lo tiene todo.

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    1. Y, sin embargo, en los comentarios conmemorativos que he leído últimamente son muchos los que la cuestionan. En especial por el hecho de que su protagonista suele ir detrás de sus exparejas, lo cual pudiera entenderse como una actitud de acoso.

      Saludos.

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  2. Hola Juan!
    Le tengo especial cariño pues retrata muy bien lo que eran aquellas tiendas de música. Supongo que cualquier chaval que hoy la vea le sonara a extraterreste, no se si esto suena a viejuno, pero anda que no molaba ir un sábado por la mañana con un par de colegas a la tienda de música a comprar unos discos. Este tipo de establecimientos tenian algo especial, era como entrar en un templo (solo faltaba la pila de agua bendita para santiguarse...), todas aquellas joyas, las portadas de los discos...
    Ahora bien, reconozco que el invento de Spotify esta cojonudo.
    Venga, saludos!

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    1. Comparto contigo y con JLO la nostalgia musiquera que transmite la película. Aunque debo decirte que, para quienes vivimos en Barcelona, todavía es posible revivir el ceremonial que describes en las múltiples tiendas de la calle Tallers. O por lo menos lo era antes de la pandemia...

      Saludos.

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