Director: Emilio Fernández
Méjico, 1951, 90 minutos
Víctimas del pecado (1951) de Emilio Fernández |
En el transcurso de una entrevista a Emilio "El Indio" Fernández que se emitió, a mediados de los años setenta, en el programa A fondo de Radio Televisión Española, el memorable Joaquín Soler Serrano tuvo a bien preguntarle por su estancia en prisión durante el período revolucionario. Y éste, como quien no quiere la cosa, confesó que se había fugado "a lo macho", dinamitando una de las paredes de su celda: "¡Mi don Emilio, —prorrumpió el entrevistador— es usted un charro de arriba a abajo!"
Así era "El Indio", genio y figura. Y uno de los cineastas de mayor intensidad que hayan pisado la faz de la tierra. Sus películas poseen la fuerza de la pasión desmedida, la misma que heredarían directores tan diversos como Fassbinder o Almodóvar.
En Víctimas del pecado los bofetones van y vienen que es un encanto. Hay un recién nacido al que abandonan en una papelera y una despampanante bailarina cubana que no duda en adoptarlo. Los hombres son recios, libertinos y pendencieros. Y las mujeres extremadamente sensuales. Visión estereotipada de ambos sexos que, no obstante, adquiere una magnitud genuinamente racial en las escenas de baile, fotografiadas con enorme esmero por Gabriel Figueroa.
Se trata de un apasionado drama musical y hasta carcelario cuya trama folletinesca, tópica y por momentos excesiva, deja entrever, sin embargo, un cierto trasfondo social que se concreta en la preocupación por esas víctimas a las cuales alude el título: seres desprotegidos, como Violeta (Ninón Sevilla), siempre a expensas del matón de turno, pero dotados de un feroz instinto de supervivencia que, más allá del presidio o de la prostitución forzosa, les ayudará a sobreponerse a todo tipo de adversidades.
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