Título original: Mikaël
Director: Carl Theodor Dreyer
Alemania, 1924, 86 minutos
Michael (1924) de Carl Theodor Dreyer |
El genio de Dreyer tuvo ocasión de demostrar su valía en los míticos estudios UFA de Berlín durante el período de máximo esplendor del movimiento expresionista. Sin embargo, la película en cuestión, inspirada en la novela Mikaël (1904) de Herman Bang, ha pasado a la historia por la osadía de mostrar abiertamente la atracción amorosa de un pintor hacia su joven modelo y, sobre todo, por reunir un elenco de actores y técnicos en el que sobresalían los nombres de Karl Freund, Rudolph Maté, Thea von Harbou, Benjamin Christensen o Walter Slezak en el papel principal.
De hecho, no deja de resultar sumamente fascinante que los dos cineastas daneses más importantes de todos los tiempos (Dreyer y Christensen) coincidiesen en un mismo filme, uno a las órdenes del otro, un poco a la manera de lo que, décadas más tarde, harían Bergman y Sjöström en Fresas salvajes (1957).
Zoret (B. Christensen) y, a la derecha, Michael (Walter Slezak) |
En cualquier caso, la compleja trama de Michael, plagada de tortuosos triángulos amorosos entre sus atormentados personajes, ejerce sobre el espectador una fuerza subyugadora únicamente comparable a la opresiva atmósfera de esos oscuros salones recargados de obras de arte en los que transcurre la acción.
Tanto es así que no resulta difícil encontrar referencias pictóricas de lo más evidente en la estática puesta de escena ideada por Dreyer, como el plano final (Michael en brazos de la pérfida Princesa Zamikoff), que remite directamente a la Pietà de Miguel Ángel en una audaz pirueta no exenta de cierta irreverencia religiosa, toda vez que la relación que se establece entre el muchacho y la aristócrata (después de haber traicionado y aun expoliado al pobre Zoret) es de todo menos casta.
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