jueves, 1 de febrero de 2018

Con la muerte en los talones (1959)




Título original: North by Northwest
Director: Alfred Hitchcock
EE.UU., 1959, 130 minutos

Con la muerte en los talones (1959)

Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro “¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?” El otro contesta: “Ah, eso es un McGuffin”. El primero insiste: “¿Qué es un McGuffin?” Y su compañero de viaje le responde: “Un MacGuffin es un aparato para cazar leones en Escocia”. “Pero si en Escocia no hay leones”, le espeta el primer hombre. “Entonces eso de ahí tampoco es un MacGuffin”, le responde el otro...

François Truffaut
El cine según Hitchcock

Comencemos por el final: un tren se introduce a toda velocidad en el interior de un túnel justo en el momento en el que aparecen sobreimpresas las palabras The End. Pocos directores han sido tan sutiles y ninguno menos inocente que Hitchcock: la imagen es claramente una metáfora del coito, habida cuenta de que un segundo antes hemos visto a la pareja protagonista besarse apasionadamente sobre la litera de su compartimento, amén de ejemplo preclaro de lo que se puede llegar a sugerir en la mente del espectador mediante un uso inteligentísimo del montaje.



Dicha pulsión sexual se haya presente no sólo en Con la muerte en los talones, sino en la mayor parte de la filmografía del Mago del suspense y, de un modo especial, en los títulos que preceden y siguen a esta película: Vértigo (1958) y Psicosis (1960), aunque en Marnie (1964) o Frenesí (1972) pueden encontrarse ejemplos similares. Sensualidad a flor de piel que obedece a la tan citada represión padecida por el futuro cineasta cuando era apenas un interno en el colegio de jesuitas que marcaría su adolescencia.



Algo similar puede decirse, en términos freudianos, de la innegable proyección que Hitchcock lleva a cabo sobre la elegante apostura de Cary Grant. Efectivamente, si el director trabajó hasta en cuatro ocasiones con dicho intérprete fue porque reconocía en él la imagen ideal de lo que le habría gustado ser. De ahí que en el guion de North by Northwest, escrito a cuatro manos entre el propio Hitch y Ernest Lehman, los paralelismos con la trayectoria vital del actor sean constantes. Así pues, el corriente, aunque apuesto, publicista Roger O. Thornhill se acabará convirtiendo en el agente George Kaplan de la misma manera que, en la vida real, Archie Leach (un humilde muchacho de Bristol) se transformaría en el galán por antonomasia del Hollywood clásico. No en vano, las alusiones al respecto van desde el irónico comentario que le dedica el pérfido Vandamm ("¿No le han dicho nunca que sobreactúa usted sus papeles en exceso, señor Kaplan?"), hasta la coincidencia fonética entre nombre artístico del actor y apellido del agente inexistente: parece obvio que Kaplan es un anagrama construido a partir de la primera y la última sílabas de Cary y Grant.

Los ángulos imposibles de Hitchcock tienen su origen
en el Expresionismo alemán

"En el mundo de la publicidad, no existe la mentira: sólo hay exageraciones convenientes", le dirá Thornhill a su secretaria al inicio en el interior de un taxi. No hay más que poner cine donde dice publicidad y ahí está anunciada toda la película, en un sutil flash-forward. Y luego están, por supuesto, los momentos icónicos de la persecución trepidante a base de McGuffins en el marco de la Guerra fría. Se ha dicho, y con razón, que Con la muerte en los talones fue la "primera" película de James Bond de la historia. Algo a lo que también contribuye en gran medida, conviene no olvidarlo, la intensa banda sonora de tintes expresionistas compuesta por Bernard Herrmann sobre la base rítmica de una tarantela napolitana. La célebre escena de la avioneta, inmersa en una larga secuencia sin apenas diálogo (herencia de los inicios de Hitchcock en el cine mudo), así como el clímax en el monte Rushmore, harán el resto. Se comprende, por tanto, por qué debía titularse originariamente Breathless ('sin aliento') una película redonda, paradigma del cineasta minucioso y obsesionado en controlar hasta el más mínimo detalle de una historia que no por ser embrollada resulta menos fascinante para el espectador.

Storyboard de la secuencia de la avioneta

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