Título original: Ce qui nous lie
Director: Cédric Klapisch
Francia, 2017, 113 minutos
Nuestra vida en la Borgoña (2017) |
Por enésima vez, nos llega una película francesa rodada en provincias. Que es como decir que París está ya muy visto. Y aunque, ciertamente, la capital del país vecino anda más que trillada, comienza a oler a chamusquina eso de que un filme sirva para promocionar una región determinada que, a su vez, financia parcialmente la producción del mismo.
En el caso de Nuestra vida en la Borgoña (título de lo más ramplón que viene a sustituir al francés Lo que nos une), poco podemos comentar a nivel cinematográfico: mozalbetes cariacontecidos por los reveses de una vida que ellos consideran durísima, pero que en la escena siguiente dan botes de alegría por esto o por aquello; viñedos y demás paisajes pintorescos filmados del derecho y del revés en todas y cada una de las estaciones del año; catas continuas (como si entender de vinos fuese coser y cantar); un hijo pródigo que viene y que va sin que ni él mismo tenga muy claro el porqué; en definitiva, rencillas familiares entre hermanos que, sin embargo, acabarán por unirles en aras de la supervivencia de la finca paterna...
Absoluta sensación de déjà vu, no sólo por la temática vitivinícola y demás topicazos a lo Falcon Crest, sino sobre todo por un aire general de telefilme de sobremesa. A lo que cabría añadir la inverosímil relación de Jean (Pio Marmaï) con una española australiana (María Valverde) o la, a nuestro modo de ver, desaprovechada presencia de Éric Caravaca haciendo de padre del clan, en apenas algunos flashes, en los que quizá habría valido la pena profundizar.
Por todo lo cual, uno no puede más que sentirse decepcionado ante una historia que de forma injustificada se alarga hasta las casi dos horas de metraje, cuando habría sido perfectamente plausible condensarla en noventa minutos.
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