Título original: La Belle et la Bête
Director: Jean Cocteau
Francia, 1946, 96 minutos
La Bella y la Bestia (1946) de Jean Cocteau |
Érase una vez un mercader extremadamente rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres y, como este mercader era un hombre inteligente, no escatimó en la educación de su progenie, proporcionándole toda suerte de maestros. Sus hijas eran muy hermosas, especialmente la menor, quien despertaba tanta admiración en todos que desde muy pequeña la apodaron la Niña Bella, de suerte que, para envidia de sus hermanas, se quedó con tal nombre.
Madame Leprince de Beaumont
"La Bella y la Bestia"
Traducción de Vanesa G. Cazorla
Quien se haya dejado seducir alguna vez por la mágica atmósfera de cuento de hadas que el versátil Jean Cocteau acertó a recrear en su artesanal versión del ya clásico relato de Leprince de Beaumont seguramente se quedaría atónito si supiese la enorme cantidad de contratiempos a los que debieron enfrentarse él y su equipo. Dificultades derivadas, en su mayor parte, de la carestía que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial y que fueron desde una cámara que a duras penas rodaba en condiciones hasta las continuas entradas y salidas del quirófano de varios miembros del personal aquejados de diversos problemas de salud (Jean Marais y el propio Cocteau, sin ir más lejos, tuvieron que ser intervenidos a causa de sendos ántrax).
En el diario de rodaje que llevó a cabo durante el período de filmación, el director lo fue consignando todo cuidadosamente. De este modo, arranca pletórico el domingo 26 de agosto del 45: "Tras un año de preparativos y de obstáculos, empiezo a rodar mañana. Sería estúpido quejarse del tipo de dificultades que engendra una empresa así, porque creo que nuestro trabajo nos obliga a soñar despiertos, a soñar el más bello de los sueños." (página 21). Euforia que enseguida dará paso a la exasperación: "Esperaba que el cielo azul durase. Esperaba romper con mi ritmo habitual y disfrutar de una racha de buena suerte. He sido un ingenuo. Las mismas dificultades me persiguen y, como éstas siempre se presentan desde un ángulo distinto, me pillan de improviso. ¿Tendremos sol? ¿Tendremos un objetivo que funcione? ¿Tendremos algún otro obstáculo más? Trataré de dormir y de esperar. La espera: ésa es la tragedia del cine." (pp. 25-26).
Fatalidad que se irá concretando de un modo específico en las caprichosas condiciones atmosféricas del cielo sobre Turena. Ora radiante, ora nublo, Cocteau comprueba con impotencia cuán voluble puede llegar a ser el clima por aquellas latitudes, con lo que ello suponía para la viabilidad del proyecto: "De continuar las tormentas, nos veremos en apuros. Es extraño que empresas tan caras como el cine puedan estar a expensas de un barómetro..." (página 32). Y no sólo las inclemencias meteorológicas: el azar también quiso que las aeronaves de una cercana escuela militar sobrevolasen continuamente la casa solariega en la que se habían instalado, arruinando el audio de no pocas tomas.
Josette Day, Jean Marais y Cocteau durante una pausa del rodaje |
Pero, anecdotario al margen, lo que verdaderamente llama la atención de La Belle et la Bête es su cuidado vestuario de época, al que habría que sumar la meticulosa caracterización de la criatura, especie de felino antropomorfo cuyo incómodo maquillaje le suponía al sufrido Jean Marais cinco largas horas de preparación. Y ¿qué decir de la extraordinaria creatividad con la que Cocteau, respaldado en el apartado técnico por René Clement, soluciona las más variadas circunstancias? Brazos que semejan antorchas, puertas que se abren y cierran solas, esculturas que parecen cobrar vida propia... Nunca menos fue tanto, haciendo de la necesidad virtud. Hasta el punto de que el realizador, finalmente satisfecho del resultado, asevera: "Realizamos nuestro trabajo final bajo un cielo radiante, sin una nube. Mirando atrás, bendigo las nubes: son la gloria del cielo de Turena. Incluso cuando el sol las evita, ellas otorgan a la luz una elegancia perlada. Demasiado crudo y demasiado fácil. He logrado cada plano a viva fuerza y me atrevo a decir que he hecho las cosas que quería hacer. Ningún plano me ha dejado esa leve angustia causada por la discrepancia entre lo que realmente ha sido y lo que habría podido ser. Si hay errores, son míos, de modo que no podré reprochárselos a nadie." (página 62).
P. D. Por su hermosura, no puedo resistirme a reproducir las palabras que anota Cocteau el domingo 7 de octubre de 1945 a las ocho de la mañana: "El mío es un trabajo de arqueólogo. La película existe (preexiste). Lo que tengo que hacer es descubrir dónde yace dormida y desenterrarla a fuerza de pala y pico. A veces la estropeo con mi impaciencia; pero los fragmentos que quedan intactos brillan con la belleza del mármol." (página 92).
Me gusto mucho, mejor que la de disney. Ademas con tan poco presupuesto y las malas condiciones de los actores quedo un buen resultado.
ResponderEliminarMe alegro de que te gustara. Yo la he visto un montón de veces y siempre descubro algo nuevo en ella.
EliminarGracias por comentar.
Saludos,
Juan.