Director: Francisco Rovira Beleta
España, 1986, 100 minutos
"Un pecho amputado, sobre la mesa de una juez..."
Méndez fue a buscarle a la salida de la Modelo.
—Me han dicho que tienes un empleo, Richard.
La calle de Entenza santificada por una lluvia fina, frente a él el muro de las lamentaciones de la cárcel y a su espalda los portales silenciosos del verano que declina, que ya se va muriendo. Un bar donde el Xirinacs recibía las visitas de sus fieles y ante el que hacía huelga de hambre pidiendo amnistía, uníos, cristianos rojos del mundo, uníos los que aún quedéis. Aunque el verano la ha ido aplastando, la ciudad aún palpita, y Méndez se acuerda entonces del viejo tiempo, malditas las playas, los ombligos con crema antisolar, las niñas con culín, los oficinistas con gafitas. A él, a Méndez, le obligaron a ir de servicio a las playas; él, Méndez, no quería. Él es una rata de ciudad y lo seguirá siendo hasta que muera en olor de santidad en una vieja habitación de la que fue casa de mujeres de La Emilia. Méndez tiende la mano al recién salido, comprueba de un vistazo que aún sigue fuerte, que conserva, aunque dormida, su antigua flexibilidad de tigre.
—Estás en forma, Richard.
La que acabaría siendo la última película dirigida por Rovira Beleta fue, en realidad, una adaptación producida por TVE de la novela homónima de Francisco González Ledesma que apenas un par de años antes había obtenido el codiciado premio Planeta. No era la primera vez, sin embargo, que algo semejante acontecía en la carrera del realizador catalán, quien en 1962 ya se encargó de llevar a la pantalla Los atracadores, según la obra de Tomás Salvador que también fue laureada con el mismo galardón.
—Me han dicho que tienes un empleo, Richard.
La calle de Entenza santificada por una lluvia fina, frente a él el muro de las lamentaciones de la cárcel y a su espalda los portales silenciosos del verano que declina, que ya se va muriendo. Un bar donde el Xirinacs recibía las visitas de sus fieles y ante el que hacía huelga de hambre pidiendo amnistía, uníos, cristianos rojos del mundo, uníos los que aún quedéis. Aunque el verano la ha ido aplastando, la ciudad aún palpita, y Méndez se acuerda entonces del viejo tiempo, malditas las playas, los ombligos con crema antisolar, las niñas con culín, los oficinistas con gafitas. A él, a Méndez, le obligaron a ir de servicio a las playas; él, Méndez, no quería. Él es una rata de ciudad y lo seguirá siendo hasta que muera en olor de santidad en una vieja habitación de la que fue casa de mujeres de La Emilia. Méndez tiende la mano al recién salido, comprueba de un vistazo que aún sigue fuerte, que conserva, aunque dormida, su antigua flexibilidad de tigre.
—Estás en forma, Richard.
Crónica sentimental en rojo
1. LA SALIDA
Francisco González Ledesma
La que acabaría siendo la última película dirigida por Rovira Beleta fue, en realidad, una adaptación producida por TVE de la novela homónima de Francisco González Ledesma que apenas un par de años antes había obtenido el codiciado premio Planeta. No era la primera vez, sin embargo, que algo semejante acontecía en la carrera del realizador catalán, quien en 1962 ya se encargó de llevar a la pantalla Los atracadores, según la obra de Tomás Salvador que también fue laureada con el mismo galardón.
Llorenç Santamaria (Richard) y Assumpta Serna (Blanca) |
A sus setenta y cuatro años, lo cierto es que el veterano director llevaba una década sin estrenar en salas comerciales, tiempo transcurrido desde que la producción histórica La espada negra hubiese visto la luz en 1976. Durante dicho período la actividad de Rovira Beleta se vio limitada exclusivamente a tres episodios de la televisiva Curro Jiménez y a la serie de reportajes Escrito en América. De manera que, a la vista de tan pobre bagaje, puede decirse, con razón, que Crónica sentimental en rojo supuso un verdadero regalo para un cineasta que lograba poner así el broche a su dilatada carrera con una película íntegramente rodada en su ciudad.
Autocita: Un tablao de la Plaza Real se llama como la exitosa película de Rovira Beleta que le valió su primera nominación al Óscar |
Porque es en Barcelona donde transcurre la acción de este singular policíaco: una Barcelona anterior a los Juegos Olímpicos y en la que pasar del Raval a Pedralbes es sólo cuestión de hacia dónde soplan las azarosas pesquisas del comisario Méndez. El mítico personaje surgido de la imaginación de González Ledesma, protagonista de varias de sus novelas y recientemente resucitado por la hija del escritor en una audaz precuela, fue interpretado, en esta ocasión, por el siempre solvente José Luis López Vázquez, probablemente la opción ideal para meterse en la piel de ese tipo entre cutre y sentimental, sempiternamente vestido de negro y cuyo reino se extiende entre el Paralelo y las Ramblas.
Méndez: caspa y lirismo |
En términos generales, Crónica sentimental en rojo es bastante fiel al libro en el que se inspira (lo cual, dicho sea de paso, no suele ser precisamente una virtud). Se simplifica la trama, de la que quedan fuera muchos tipos y personajes secundarios (la frágil Marta Estradé, el doctor Domingo Albert, el Amores, el Florindo Chico...) y se cambia algún escenario por otro (en la novela, por ejemplo, Méndez es tiroteado en la Avenida del Tibidabo, mientras que en la película se encuentra en la Barceloneta cuando recibe los disparos). O los atentados que sufre el periodista Bey (José María Blanco), que en la obra son dos y en la peli sólo uno. En otras ocasiones, lo que se altera ligeramente es el nombre de algunos personajes, como el pintor Wenceslao Cortadas, que en el filme pasará a apellidarse Cánovas.
La difunta Nuria Bassegoda pintada por Wenceslao Cánovas |
Y en cuanto al resto del reparto, si Assumpta Serna es una Blanca Bassegoda más o menos convincente, no puede decirse lo mismo de Llorenç Santamaria: es verdad que la tosquedad del actor le va divinamente a su personaje, pero la lástima es que el Richard de la versión cinematográfica carece de la profundidad del de la novela. Y lo mismo ocurre con el detective Dani Ponce (Fabià Matas). En fin, ya sabemos que no se le deben pedir ni peras a un olmo ni florituras a un director en horas bajas. Nos quedamos, eso sí, con el breve cameo que protagoniza el propio González Ledesma en la redacción de La Vanguardia: de hecho, en la vida real ejerció durante muchos años el periodismo para ése y otros diarios, por lo que Rovira Beleta no dudó en inmortalizarlo haciendo de reportero.
Un apremiante González Ledesma le mete prisa a Carlos Bey |
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