Director: Jaime Chávarri
España, 1973-1976, 94 minutos
"¡Todo es normal!"
Los viajes escolares (1976) |
Que la familia es una institución que puede ser terriblemente perversa no lo descubrió Jaime Chávarri: quien más quien menos tiene una opinión formada al respecto. Lo que sí que resulta innegable es que el director madrileño (nacido en 1943) le ha sacado un partido notable a semejante temática. Además de en Los viajes escolares (rodada en el 73, pero no estrenada hasta el 76), le sirvió de inspiración en El desencanto (1976) y El río de oro (1987). Por no hablar de Las bicicletas son para el verano (1984) donde, al margen de adaptar la obra teatral homónima de Fernán-Gómez sobre la guerra civil, la trama tiene también lugar en el seno de una familia.
En lo concerniente a Los viajes escolares (ojo a la banda sonora: es de Luis Eduardo Aute), cabe destacar que se rodó en la casa de los abuelos del director, en Segovia. De lo que se deduce que el guion, igualmente escrito por él, debe de contener elementos autobiográficos. Muy disimulados, obviamente, ya que nos encontramos ante lo que en tiempos solía llamarse una película críptica. Adjetivo que bien podría aplicarse a algunos títulos de la filmografía de Carlos Saura concebidos por las mismas fechas, tales como los que escribió en colaboración con Rafael Azcona: El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1973) o Mamá cumple cien años (1979), todas ellas relacionadas, curiosamente, con el entorno familiar.
Aunque la similitud con Saura no acaba ahí, puesto que en estas películas la familia es utilizada con un valor claramente alegórico. Se trataría de simbolizar, mediante cada uno de sus miembros, a las distintas clases sociales de la sociedad española durante el franquismo o, más aún, a sus poderes fácticos. Así las cosas, el inadaptado Óscar (interpretado por el actor y futuro director británico Bruce Robinson) debe ser visto, en puridad, como una víctima de la alienación represora impuesta por su contexto doméstico, que vendría a ser el equivalente de la censura y la falta de libertades en la vida real. Lo cual explicaría el interés de los demás en tildarlo de enfermo y anormal, al tiempo que pretenden hacerle creer que jamás ocurrieron algunos sucesos que marcaron su infancia (como los negacionistas que, ayer y hoy, se oponen a la memoria histórica).
De hecho, la madre (Lucía Bosé) esconde un carácter dominante (cuasi castrante) bajo su falsa apariencia de matriarca protectora. Y prácticamente podríamos decir lo mismo del resto de miembros del clan: la hipocondríaca Mónica (Guillermina Motta), la masoquista Encarna (Laly Soldevila), el sumiso tío Augusto (Jorge Rigaud), la desvalida anciana María (María Francés), el inválido abuelo cascarrabias o la sensual Olga (Mirta Miller). Entre los cuales se colarán un par de invitados (en la línea de lo que representaba Geraldine Chaplin en los filmes de Saura que mencionábamos hace un momento). Uno es don Carlos (Ramiro Oliveros) el profesor de matemáticas de Óscar, inicialmente interesado en ayudar a su antiguo alumno, pero que acabará marchándose asustado de las cosas que ha tenido ocasión de presenciar en aquella casa. La otra es Oliva (Maribel Martín), enfermera encargada de cuidar a la abuela y con la que intimará Óscar, dado que es la única que parece comprender al joven. Aun así, la opresión acabará triunfando y las fuerzas reaccionarias de ese microcosmos familiar harán prevalecer el orden establecido.
Maribel Martín interpreta a Oliva |
Aunque la similitud con Saura no acaba ahí, puesto que en estas películas la familia es utilizada con un valor claramente alegórico. Se trataría de simbolizar, mediante cada uno de sus miembros, a las distintas clases sociales de la sociedad española durante el franquismo o, más aún, a sus poderes fácticos. Así las cosas, el inadaptado Óscar (interpretado por el actor y futuro director británico Bruce Robinson) debe ser visto, en puridad, como una víctima de la alienación represora impuesta por su contexto doméstico, que vendría a ser el equivalente de la censura y la falta de libertades en la vida real. Lo cual explicaría el interés de los demás en tildarlo de enfermo y anormal, al tiempo que pretenden hacerle creer que jamás ocurrieron algunos sucesos que marcaron su infancia (como los negacionistas que, ayer y hoy, se oponen a la memoria histórica).
De hecho, la madre (Lucía Bosé) esconde un carácter dominante (cuasi castrante) bajo su falsa apariencia de matriarca protectora. Y prácticamente podríamos decir lo mismo del resto de miembros del clan: la hipocondríaca Mónica (Guillermina Motta), la masoquista Encarna (Laly Soldevila), el sumiso tío Augusto (Jorge Rigaud), la desvalida anciana María (María Francés), el inválido abuelo cascarrabias o la sensual Olga (Mirta Miller). Entre los cuales se colarán un par de invitados (en la línea de lo que representaba Geraldine Chaplin en los filmes de Saura que mencionábamos hace un momento). Uno es don Carlos (Ramiro Oliveros) el profesor de matemáticas de Óscar, inicialmente interesado en ayudar a su antiguo alumno, pero que acabará marchándose asustado de las cosas que ha tenido ocasión de presenciar en aquella casa. La otra es Oliva (Maribel Martín), enfermera encargada de cuidar a la abuela y con la que intimará Óscar, dado que es la única que parece comprender al joven. Aun así, la opresión acabará triunfando y las fuerzas reaccionarias de ese microcosmos familiar harán prevalecer el orden establecido.
Se parece a Gael García Bernal, pero es Bruce Robinson (Óscar) |
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