Director: Ignacio F. Iquino
España, 1941, 73 minutos
El difunto es un vivo (1941) de Iquino |
Ensalzado por unos y denostado por otros, la figura de Iquino se nos aparece como una de las más prolíficas de la historia del cine español. En su caso, cine de evasión, concebido industrialmente en los estudios Kinefon de Barcelona, rodeado de un fiel equipo técnico y artístico, con la finalidad exclusiva de hacer olvidar a los espectadores las penurias de la reciente contienda. De esta su primera etapa seleccionamos hoy El difunto es un vivo, adaptación de la obra de teatro homónima que escribieran conjuntamente el propio Iquino y Francisco Prada y que sería objeto de un remake en 1956, dirigido por Juan Lladó.
Todo gira en el filme alrededor del actor Antonio Vico, quien interpreta hasta cuatro personajes distintos: su queridísimo papá don Heliodoro, su amantísima mamá doña Urraca, Fulgencio (el "vivo") y su hermano, el meticuloso y apocado Inocencio Manso y Remanso (el "difunto" y Presidente de la Sociedad protectora de animales). Entre ellos se llega a establecer un gracioso y original diálogo, con los padres hablando desde los cuadros del salón familiar.
El resto del reparto lo completaban la suegra doña Restituta (Guadalupe Muñoz Sampedro), la esposa Elsa (Mary Santamaría) y un desdentado Paco Martínez Soria en el papel de Luquitas.
La clave estará en cómo Inocencio se las ingenia para fingir un suicidio que le permita encarnar la personalidad de su hermano Fulgencio, afamado concertista y hombre mucho más atractivo que él, para así reconquistar el amor de su mujer.
Tal y como sucederá en la posterior Un enredo de familia (1943), el origen teatral de la producción queda enseguida patente, a juzgar por la escenografía y la disposición del decorado (obra de Emilio Ferrer), con una gran escalera en el centro. Es este un tipo de obra de réplica rápida, de humor blanco y tosco, con algo de cartoon y en la que desde un primer momento todo parece recordar a las comedias americanas del momento: los divertidos títulos de crédito, la música del maestro José Ruiz de Azagra o la canción central "Pu Pu Pi Du", compuesta por Juan Durán Alemany e interpretada por Mary Santamaría con el acompañamiento del cuarteto vocal Orpheos.