Título original: Černý Petr
Director: Milos Forman
Checoslovaquia, 1964, 85 minutos
¿Pero no nos habían dicho toda la vida que en los países socialistas no había de nada? Pues la acción de Pedro, el negro (Černý Petr, 1964) arranca en un supermercado repleto de productos para continuar, acto seguido, en una sala de fiestas en la que los jóvenes bailan el twist como descosidos. Vamos, como ocurría en el Madrid o la Barcelona de aquel entonces, poco más o menos. Para que luego nos sigan vendiendo ideas preconcebidas...
Pero a lo que íbamos: el primer largometraje del checo Milos Forman prefigura en buena medida lo que serán sus siguientes trabajos: Los amores de una rubia (1965) y ¡Al fuego, bomberos! (1967). En todos ellos hace gala de un sentido del humor irreverente que pone de manifiesto cómo la comedia puede ser mucho más efectiva que cualquier otro género cuando se trata de incordiar al poder establecido.
El joven Petr cree haber descubierto a un posible ladrón y, pese a su apariencia de señor distinguido, lo sigue por las calles durante un rato cuando el individuo abandona el establecimiento. Junto a un grupo de amigos bebe cerveza e intenta aprender a bailar para luego estar en condiciones de tener éxito con las chicas. Su padre, un señor orondo y ataviado con un bigotito de lo más ridículo, amonesta al joven con arengas tan solemnes como irrisorias...
Son todas ellas situaciones extraídas del filme, unidas por el denominador común de que causan la risa del espectador, lo cual demuestra la validez de la premisa de Forman: la circunspección de la vieja guardia, con sus normas estrictas y su discurso caduco, surge el efecto contrario sobre una juventud que ya no reconoce su autoridad. He ahí buena prueba de por qué títulos como Pedro, el negro (1964) son fiel testimonio de lo que supuso el deshielo de la Primavera de Praga, la misma que los tanques soviéticos se encargarían de reprimir duramente poco tiempo después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario