martes, 19 de julio de 2016

Tierra de todos (1962)




Director: Antonio Isasi-Isasmendi
España, 1962, 80 minutos

Tierra de todos (1962) de Antonio Isasi


Ya desde la explicitud de su título, Tierra de todos pretendía traducir en imágenes el espíritu de "reconciliación nacional" que el PCE se había marcado como objetivo en junio de 1956. Objetivo que, obviamente, distaba mucho de ser un camino de rosas. De ahí que lo principal en la película, a diferencia de lo que sucedía en el cine bélico de la posguerra, no sea tanto ahondar en el bando al que pertenecen unos u otros ni en una cuestión de vencedores o vencidos sino más bien en subrayar la angustia que experimentan unos personajes forzados a avanzar a duras penas en una abrumadora procesión de balas y explosiones.

Tal vez favorecida por la uniformidad que confiere el blanco y negro, dicha indefinición contribuye a generar en el espectador la sensación de que los que se están matando unos a otros no son rojos o nacionales sino simplemente hombres. Serán más bien las actitudes las que acaben definiendo a los personajes: Juan (un debutante Manuel Gallardo, el mismo actor que años después se haría célebre interpretando al padre de Javi en la serie televisiva Verano azul) es el republicano y quizá por ello se le muestra como un tipo hosco y malcarado; Andrés, en cambio, (interpretado por Fernando Cebrián) es el nacional y está herido, de modo que se le retrata con un carácter más benévolo.

La transformación se obrará, por tanto, en Juan, quien no sólo se irá humanizando al convivir, aunque sea forzosamente, con Andrés y las mujeres del caserío del Pinar sino que acabará travestido con el uniforme del bando nacional para poder pasar desapercibido al ir a buscar al pueblo a un médico que atienda a la parturienta Teresa (Montserrat Julió).

Juan (Manuel Gallardo)

Hay, dicho sea de paso, en estos combatientes que merodean por el bosque bajo la lluvia, sobre todo en la primera parte del filme, algo que recuerda visualmente a los Soldados de Salamina que dirigió David Trueba en 2003, lo cual pone de manifiesto la vigencia y modernidad de lo que Isasi-Isasmendi ya había hecho a inicios de los sesenta.

Los últimos diez minutos de película merecen un análisis detenido, dada su alta carga simbólica: Andrés y Juan acarrean con la camilla en la que una convulsa Teresa es apenas atendida por el anciano doctor mientras las bombas caen por doquier. He ahí una precisa metáfora de lo que supuso la Guerra Civil: la madre que se desangra podría ser el país; los camilleros, las facciones fratricidas; el doctor, Teresa y el niño serían las víctimas colaterales... O tal vez cabe pensar que la criatura a punto de nacer es el futuro, la esperanza que sobrevivirá más allá del conflicto: el llanto del bebé desde el fondo del socavón producido por el obús que ha matado a todos los demás invita a suponerlo. Mientras tanto, dos siluetas femeninas (las de María y Manuela) avanzan corriendo desde el fondo, al tiempo que la sobreimpresión del título nos recuerda que la tierra donde todo eso ha sucedido es la de todos.

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