Director: José Luis Sáenz de Heredia
España, 1943, 107 minutos
El escándalo (1943) de J.L. Sáenz de Heredia |
El lunes de Carnestolendas de 1861 -precisamente a la hora en que Madrid era un infierno de más o menos jocosas y decentes mascaradas, de alegres estudiantinas, de pedigüeñas murgas, de comparsas de danzarines, de alegorías empingorotadas en vistosos carretones, de soberbios carruajes particulares con los cocheros vestidos de dominó, de mujerzuelas disfrazadas de hombre y de mancebos de la alta sociedad disfrazados de mujer; es decir, a cosa de las tres y media de la tarde-, un elegante y gallardo joven, que guiaba por sí propio un cochecillo de los llamados cestos, atravesaba la Puerta del Sol, procedente de la calle de Espoz y Mina y con rumbo a la de Preciados, haciendo grandes esfuerzos por no atropellar a nadie en su marcha contra la corriente de aquella apretada muchedumbre, que se encaminaba por su parte hacia la calle de Alcalá o la Carrera de San Jerónimo en demanda del Paseo del Prado, foco de la animación y la alegría en tal momento...
Pedro Antonio de Alarcón
El escándalo
El escándalo
Es, sin duda, El escándalo una de esas novelas que se leen de un tirón, pero no tanto porque nos enganche su calidad literaria sino más bien por la estructura de breves capítulos con que la dotó su autor, el insigne guadijeño Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891). Hablar de ella es hablar de su protagonista, Fabián Conde por más señas, ese "elegante y gallardo joven" al que vemos avanzar a contracorriente en el párrafo inicial y del que poco después se dirá que "En la Atenas de Pericles [...] no hubiera pasado por un Apolo; pero en la Atenas de lord Byron podía muy bien servir de Don Juan".
Heredero, por lo tanto, de la estirpe de los Tenorio, su carácter arrogante y donjuanesco actúa de detonante de las innúmeras vicisitudes que se suceden a lo largo del relato y de la adaptación cinematográfica de la que sería objeto en 1943. La versión de Sáenz de Heredia contó con la participación de los actores Armando Calvo (Fabián), Manuel Luna (Diego) y Guillermo Marín (Lázaro), siendo Mercedes Vecino (Matilde), Trinidad Montero (Gabriela) y Porfiria Sanchíz (Gregoria) las intérpretes femeninas. El rol que desempeña cada uno de ellos obedece a una finalidad muy determinada: si el doctor Diego representa, en un principio, al cómplice admirador de Fabián, al final acabará ejerciendo de víctima propiciatoria que paga el pato de la falta de escrúpulos de su amigo; mientras que el recto (y un tanto papanatas) Lázaro actúa de voz de la conciencia.
Manuel Luna (izquierda) y Armando Calvo (derecha) |
En su costosa recreación decimonónica, el filme destaca por el diseño de vestuario de José Caballero y Juan Antonio Morales, así como por los decorados de Luis Santamaría. Menos actual, como es lógico, resulta toda la trama del supuesto "escándalo", junto con los adulterios, duelos de honor y demás mandangas que tanto excitaban a los lectores del XIX y a los censores del periodo franquista. En ese sentido, hay que tener en cuenta que el hecho de adaptar esta novela justo después de haber dirigido Raza muestra bien a las claras la intención moralizante de su director, un Sáenz de Heredia que supo intuir en la redención final de Fabián Conde el oportuno paralelismo con los valores que pretendía imponer el nuevo Régimen.
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