Director: Juan de Orduña
España, 1941, 78 minutos
La clave está en el título...
Porque te vi llorar (1941) de Juan de Orduña |
El que generalmente suele ser considerado primer largometraje dirigido por Juan de Orduña (aunque ya había hecho sus pinitos en el cine mudo) adaptaba una obra teatral de Jaime de Salas Merlé. Los hechos que relata se sitúan, durante los primeros minutos del filme, en un imaginario pueblo asturiano (Castro Alto) en julio del 36, para continuar después en la inmediata posguerra.
María Victoria (Pastora Peña), hija de los Marqueses de Luanco, está a punto de contraer matrimonio con el ingeniero José Ignacio (José María Seoane). Sin embargo, el estallido de la guerra civil truncará sus planes de futuro: la noche del 18 de julio, en el transcurso de la fiesta previa a la boda, un grupo de milicianos irrumpe en casa de los marqueses, llevándose detenidos a los prometidos. Como consecuencia, José Ignacio resultará muerto y María Victoria, brutalmente ultrajada: "¡Más me valdría estar muerta!", le responde al ama Remedios (Rafaela Satorrés) cuando esta corre a socorrerla.
Como puede observarse, el argumento parece extraído de un drama calderoniano del siglo XVII, con afrenta que debe lavarse incluida. De hecho, los padres de María Victoria repudiarán al niño que nazca fruto de la violación de su hija, así como la madre padecerá igualmente el rechazo social de una comunidad que la considera en "pecado mortal".
Cuando un día se cuela en casa un individuo que dice ser el padre del niño, María Victoria creerá estar delante del autor de su abominable agravio. Y, para complicar aún más las cosas, el abuelo de la criatura ofrecerá cien mil pesetas al técnico que ha venido a arreglarle su apreciado aparato de radio si consiente en casarse con María Victoria para así darle un padre a su nieto. El joven, que responde al nombre de José (Luis Peña), acabará aceptando, pero... el día de la ceremonia María Victoria descubrirá horrorizada que ¡se trata del mismo obrero que la había abordado en su habitación! De hecho, el enredo podría hacerse extensible a la vida real, toda vez que los actores Luis y Pastora Peña eran hermanos, pero bueno: dejémoslo ahí.
El desenlace de la historia se resuelve con una pirueta melodramática que a continuación pasamos a desvelar, no sin antes advertir que está usted ante un...
¡SPOILER EN TODA REGLA!
Pues resulta que el tal don José de marras, ni miliciano ni abusador de gráciles doncellas ni na de na: unos oportunos documentos atestiguan que estuvo movilizado durante el cerco de Oviedo (acaecido en la misma fecha en la que su ahora esposa fue violentada) y que es un auténtico caballero (de los que ya no quedan) que decidió hacerse cargo de ella y legitimar al niño sólo "porque te vi llorar..." (en una de sus muchas visitas a la virgen del santuario local, se entiende).
FIN DEL SPOILER
Al margen de lo rancio que a día de hoy pueda resultar el contenido ideológico de un melodrama como este, lo cierto es que no se puede negar la maestría de la que hizo gala Juan de Orduña a la hora de dirigirlo. No solamente por haber sabido mantener la tensión narrativa hasta el final sino también por los apuntes folclóricos y locales de los que se hace eco (el "Asturias tierra querida" [sic], la criada que habla un sucedáneo de bable, los exteriores rodados en Llanes, los bailes típicos y otras pinceladas campestres, con sus hórreos, sus aldeanos con zuecos y sus carros tirados por bueyes). Tampoco se trata ahora de decir que Porque te vi llorar sea El séptimo sello, pero sí que por lo menos vale la pena tenerla en cuenta por su indudable interés histórico.
María Victoria (Pastora Peña), hija de los Marqueses de Luanco, está a punto de contraer matrimonio con el ingeniero José Ignacio (José María Seoane). Sin embargo, el estallido de la guerra civil truncará sus planes de futuro: la noche del 18 de julio, en el transcurso de la fiesta previa a la boda, un grupo de milicianos irrumpe en casa de los marqueses, llevándose detenidos a los prometidos. Como consecuencia, José Ignacio resultará muerto y María Victoria, brutalmente ultrajada: "¡Más me valdría estar muerta!", le responde al ama Remedios (Rafaela Satorrés) cuando esta corre a socorrerla.
Como puede observarse, el argumento parece extraído de un drama calderoniano del siglo XVII, con afrenta que debe lavarse incluida. De hecho, los padres de María Victoria repudiarán al niño que nazca fruto de la violación de su hija, así como la madre padecerá igualmente el rechazo social de una comunidad que la considera en "pecado mortal".
Cuando un día se cuela en casa un individuo que dice ser el padre del niño, María Victoria creerá estar delante del autor de su abominable agravio. Y, para complicar aún más las cosas, el abuelo de la criatura ofrecerá cien mil pesetas al técnico que ha venido a arreglarle su apreciado aparato de radio si consiente en casarse con María Victoria para así darle un padre a su nieto. El joven, que responde al nombre de José (Luis Peña), acabará aceptando, pero... el día de la ceremonia María Victoria descubrirá horrorizada que ¡se trata del mismo obrero que la había abordado en su habitación! De hecho, el enredo podría hacerse extensible a la vida real, toda vez que los actores Luis y Pastora Peña eran hermanos, pero bueno: dejémoslo ahí.
El desenlace de la historia se resuelve con una pirueta melodramática que a continuación pasamos a desvelar, no sin antes advertir que está usted ante un...
¡SPOILER EN TODA REGLA!
Pues resulta que el tal don José de marras, ni miliciano ni abusador de gráciles doncellas ni na de na: unos oportunos documentos atestiguan que estuvo movilizado durante el cerco de Oviedo (acaecido en la misma fecha en la que su ahora esposa fue violentada) y que es un auténtico caballero (de los que ya no quedan) que decidió hacerse cargo de ella y legitimar al niño sólo "porque te vi llorar..." (en una de sus muchas visitas a la virgen del santuario local, se entiende).
FIN DEL SPOILER
Al margen de lo rancio que a día de hoy pueda resultar el contenido ideológico de un melodrama como este, lo cierto es que no se puede negar la maestría de la que hizo gala Juan de Orduña a la hora de dirigirlo. No solamente por haber sabido mantener la tensión narrativa hasta el final sino también por los apuntes folclóricos y locales de los que se hace eco (el "Asturias tierra querida" [sic], la criada que habla un sucedáneo de bable, los exteriores rodados en Llanes, los bailes típicos y otras pinceladas campestres, con sus hórreos, sus aldeanos con zuecos y sus carros tirados por bueyes). Tampoco se trata ahora de decir que Porque te vi llorar sea El séptimo sello, pero sí que por lo menos vale la pena tenerla en cuenta por su indudable interés histórico.
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