Título original: The Lobster
Director: Yorgos Lanthimos
Irlanda/Reino Unido/Grecia/Francia/Holanda/EE.UU., 2015, 118 minutos
Langosta (2015) de Yorgos Lanthimos |
El griego Yorgos Lanthimos ha llenado la coctelera para su primer largometraje filmado en inglés con ingredientes fácilmente reconocibles por los cinéfilos más avispados: se pone un poco de ultraviolencia y sexo explícitos al estilo del Pasolini de Salò; se añade otro tanto de huidos refugiados en los bosques como en Fahrenheit 451 de Truffaut, apenas una pizca de El ángel exterminador de Buñuel (¿por qué no?) y, por último, se vierten unas gotitas de los miedos sombríos y turbadores de Haneke. Remuévase con calma y sírvase más bien frío. Aunque, atención: quizá algunas escenas no sean aptas para según qué sensibilidades, como aquellos que en la sesión de las 15:50 de la tarde de hoy viernes han abandonado precipitadamente la sala 4 del cine Texas de Barcelona en plena proyección...
Con su halo de distopía ambientada en un futuro próximo en el que los solteros serán perseguidos y recluidos en El Hotel, Langosta lo tiene todo para convertirse en una película de culto. De hecho, al terminar los títulos de crédito y encenderse las luces uno no sabe muy bien si ha estado viendo un filme o si ha tenido una pesadilla. Un delirio en el que los protagonistas disponen de apenas cuarenta y cinco días para encontrar pareja o, de lo contrario, convertirse en un animal. En ese sentido, las turbadoras composiciones musicales de Alfred Schnittke, Dmitri Shostakovich o Igor Stravinsky que se han utilizado como banda sonora contribuyen a subrayar tal impresión.
Con su halo de distopía ambientada en un futuro próximo en el que los solteros serán perseguidos y recluidos en El Hotel, Langosta lo tiene todo para convertirse en una película de culto. De hecho, al terminar los títulos de crédito y encenderse las luces uno no sabe muy bien si ha estado viendo un filme o si ha tenido una pesadilla. Un delirio en el que los protagonistas disponen de apenas cuarenta y cinco días para encontrar pareja o, de lo contrario, convertirse en un animal. En ese sentido, las turbadoras composiciones musicales de Alfred Schnittke, Dmitri Shostakovich o Igor Stravinsky que se han utilizado como banda sonora contribuyen a subrayar tal impresión.
¿Y el reparto? Pues está Colin Farrell, interpretando a ese hombre vulgar del bigote y un poco panzón que simboliza al ciudadano medio; y Rachel Weisz, con su exótico apellido húngaro y su perfecta dicción británica. Y luego las dos actrices francesas: a Léa Seydoux ya la vimos en La vida de Adèle y en El gran Hotel Budapest (y nos vamos a hartar de verla en el futuro inmediato, dado su gran talento); a Ariane Labed la vimos no hace mucho en La odisea de Alice y es normal que la veamos en Langosta y en todas las películas que dirija Yorgos Lanthimos, puesto que es su mujer. Finalmente, John C. Reilly está muy gracioso ceceando.
En cuanto al sentido alegórico de lo que nos cuentan Lanthimos y su guionista Efthymis Filippou, quizá habría que preguntárselo a ellos. O tal vez todas las claves se encuentran ya en la propia película y no hay más que estar un poco atentos para captar el verdadero significado de una historia tan sumamente perturbadora: hacia dónde nos lleva el individualismo galopante de la sociedad actual.
En cuanto al sentido alegórico de lo que nos cuentan Lanthimos y su guionista Efthymis Filippou, quizá habría que preguntárselo a ellos. O tal vez todas las claves se encuentran ya en la propia película y no hay más que estar un poco atentos para captar el verdadero significado de una historia tan sumamente perturbadora: hacia dónde nos lleva el individualismo galopante de la sociedad actual.
David (Colin Farrell) huye de la mano de la mujer ciega (Rachel Weisz) |
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