domingo, 31 de enero de 2016

El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972)




Título original: The Effect of Gamma Rays on Man-in-the-Moon Marigolds
Director: Paul Newman
EE.UU., 1972, 100 minutos



La tercera incursión de Paul Newman tras las cámaras fue la adaptación que Alvin Sargent hiciera de la obra de teatro homónima de Paul Zindel, ganadora del premio Pulitzer. De nuevo una historia sobre una mujer de complejo carácter (como ya ocurriera antes en Rachel, Rachel y como volvería a suceder después en El zoo de cristal) y una vez más dirigiendo a su mujer (Joanne Woodward, premio a la mejor interpretación femenina en Cannes) en el papel principal. Aunque en esta ocasión también formaba parte del reparto su hija (Nell Potts), dando vida a la rubia e introvertida Matilda.

Es ésta una película particularmente intensa en emociones, buena muestra de hasta qué punto las frustraciones de una madre pueden llegar a condicionar la vida de sus dos hijas adolescentes. De la misma forma que las radiaciones a las que alude el título, un exceso de celo puede llegar a tener consecuencias nefastas sobre unas chicas que vendrían a ser, metafóricamente, como las margaritas y las mutaciones del experimento escolar de la pequeña Matilda.



En ese orden de cosas, Ruth, la hija mayor (Roberta Wallach), padece de fuertes pesadillas, mientras que la hermana menor manifiesta un carácter hipersensible y retraído que la hace refugiarse en los estudios como reacción frente a la falta de tacto de la madre. De hecho, se hace fácil suponer que el ausente padre de familia debió de abandonar el hogar por motivos semejantes.

Hay que ver, por cierto, la de roña que se acumula en aquella casa. Parece como si el caos que se adivina en la mente de Beatrice se hiciera extensible a todo lo que la rodea: en su vida son más las cosas que no ha conseguido que las ilusiones cumplidas. Sólo faltaba que se hiciera cargo de Nanny, la inmóvil anciana en silla de ruedas que pasa a convertirse (desgraciadamente) en un mueble más.



Se nota, por tanto, la influencia del método de Lee Strasberg y el Actor's Studio en la manera que tiene Newman de dirigir a los actores. De ahí la importancia de los monólogos, como el de Matilda en el salón de actos del colegio al recoger su premio, resaltando cómo los átomos de nuestro cuerpo pudieron ser en su origen polvo de estrellas o parte del mismísimo sol. Es una manera un tanto ingenua, si se quiere, de rebelarse frente a la mediocridad del ambiente, aunque no por ello menos hermosa en su voluntad de reivindicar la dignidad del individuo.

Matilda (Nell Potts) y sus experimentos

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