Director: Ignacio F. Iquino
España, 1950, 71 minutos
La familia Vila (1950) de Iquino |
Filme de ambientación barcelonesa en torno a las tribulaciones de una típica familia de clase media. El domicilio de la cual, dato curioso, se halla en la calle Petritxol, uno de los enclaves más emblemáticos de la ciudad. De hecho, la voz en off del prólogo glosa algunas de las particularidades del lugar, desde que en el número 4 vivió el escritor, poeta y dramaturgo Àngel Guimerà hasta la presencia, en el edificio de enfrente, de la Sala Parés, mítica galería de arte donde, además de haber expuesto "Rusiñol, Casas, Utrillo y otros" (el comentarista silencia deliberadamente el nombre de Picasso, reconocido exiliado antifranquista), se reúne la asociación de vecinos.
Es el paterfamilias don Jaime Vila, honesto empleado de la Central Harinera al que, pese a que le doblan la voz, da vida un convincente Pepe Isbert. La prole a su cargo la integran cuatro hijos: la sumisa Carmen (Maruchi Fresno), la díscola Elvira (Juana Soler, habitualmente conocida bajo el nombre artístico de Juny Orly), el futuro arquitecto Jaime (Jesús Colomer) y la revoltosa Nuri (Liria Izquierdo). Su esposa Adela (María Francés) es más alta que él y le llama siempre por el apellido, pero acata la autoridad del cabeza de familia con obediencia y dulzura.
Caricatura del padre (Pepe Isbert) realizada por su hijo (Jesús Colomer) |
Los quebraderos de cabeza de tan decentes personas comienzan cuando Elvira, muchacha independiente y ansiosa de libertad, deja su trabajo en una tienda de ropa para fugarse con un rico hombre de negocios bilbaíno llamado Jorge Alsúa (Fernando Nogueras). Además, el orondo propietario de la fábrica de harina, señor Torrents (Juan de Landa), prescinde de los servicios del honorable don Jaime cuando éste se niega a participar en los oscuros tejemanejes que le propone su jefe. Y, por si no fuera poco, la hija mayor, extenuada tras forzar la vista día y noche con los encajes que borda para contribuir a la maltrecha economía familiar, se queda repentinamente ciega.
Huelga decir que tantas penurias no serán óbice para que todo salga adelante, puesto que el objetivo de un dramón de tales características no es otro sino garantizarle al espectador el consabido final edificante. De todos modos, el atractivo que hoy pueda tener para nosotros una película como La familia Vila (1950) no reside, por supuesto, en su cuestionable moralina nacionalcatólica sino en el valor documental de unas imágenes que nos muestran, por ejemplo, el parque de la Ciudadela repleto de gente bailando sardanas o "la centenaria iglesia del Pino (sic) que se eleva como un centinela protector".
Tiene que ser un gustazo ver en pantalla la Barcelona de la época.
ResponderEliminarPor supuesto: a mí me hace bastante ilusión. Sobre todo cuando se trata de lugares que has frecuentado.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarEso mismo que Trecce te quería comentar, que bueno eso de contemplar aquella Barcelona en pantalla.
Por cierto, lo de doblar a Isbert se me hace raro, precisamente su voz es lo mas característico del actor, no acabo de entenderlo.
Saludos!
Hola, Fran:
EliminarEl doblaje era una práctica habitual en aquel entonces. Supongo que debieron de considerar que su voz cascada no se ajustaba al "seny" que pretende transmitir su personaje.
Saludos.