Directora: Júlia de Paz Solvas
España, 2021, 24 minutos
Harta (2021) de Júlia de Paz Solvas |
La noche previa a la cita con su padre, Carmela (Anna Caponnetto) no puede conciliar el sueño. Quizá debido a la sentencia por violencia machista que pesa sobre él. De todos modos, la madre acompaña a la niña al Punto de Encuentro Familiar (PEF) para que ambos puedan verse. Entre otras cosas porque, como es el cumpleaños de Carmela, su padre (Julián Villagrán) tiene previsto hacerle un regalo y pasar el día con ella. Sin embargo, una vez juntos, la tensión se palpa enseguida. Carmela acaba de cumplir doce años y tiene ante sí una disyuntiva mayúscula...
Tras el éxito de su anterior proyecto, recompensado con una candidatura a los Premios Goya, la directora Júlia de Paz (Sant Cugat, 1995) y su guionista Núria Dunjó vuelven a indagar en un tema no exento de controversia. Así pues, si Ama (2021) giraba en torno a las vicisitudes de una madre sin trabajo estable ni domicilio fijo, el cortometraje Harta (2021) plantea un dilema no menos arduo: ¿debe una casi adolescente volver a ver a su progenitor, porque así lo dicta la ley, cuando resulta manifiesto que dicha situación la incomoda?
Con el objetivo de plasmar en imágenes la pesadumbre de la protagonista, la dirección de fotografía de Thais Català se vale de una profusa gama de tonalidades azules que inundan la pantalla en todo momento, de principio a fin del relato, de tal modo que no queda lugar a dudas sobre el desconsuelo que se abate sobre una menor cuya única escapatoria posible es salir huyendo antes de que la agresividad del padre (excelente Julián Villagrán en su papel de maltratador que se esfuerza en disimular su verdadero carácter) se vuelva en su contra.
Llegados al punto culminante de la acción, las notas de "Miris on miris", en la voz de Maria Arnal, acompañada por Marcel Bagés a la guitarra, resumen a la perfección el estado de ánimo de Carmela, corriendo desesperadamente a través de las calles desiertas mientras la cámara se engancha a su espalda para dejar constancia de la valentía de alguien que, como Antoine Doinel en Les quatre cents coups (1959), va en busca de su destino sin saber muy bien lo que éste le deparará.
Un tema sobre un asunto muy duro y muy real, pese a lo que algunos sigan empeñados en negar.
ResponderEliminarCiertamente, así es: películas como ésta apelan a nuestra conciencia al respecto.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarTe diré lo que pienso sobre ese dilema que planteas, rotundamente no. He vivido un episodio similar con un familiar muy cercano, se lo que es acompañar a alguien para que vea a su ex y tratar de prevenir y contener a una persona violenta. . Al final ya sabes, es como la fabula del escorpión y la tortuga, estas personas lo llevan en la sangre.
Supongo que para alguien de esa edad debe de resultar duro y complicado tener que compartir vistas y lo que sea con quien te ha arruinado la vida.
Saludos!
Desde luego es un tema muy complejo. De ahí el mérito de los guionistas al abordarlo.
EliminarSaludos.