Director: Antonio Santillán
España, 1956, 88 minutos
Sucedió en mi aldea (1956) de A. Santillán |
Nenes mofletudos, curas con sotana... Y doctrina, mucha doctrina. La fórmula a la que se recurre en Sucedió en mi aldea (1956) pone de manifiesto un cine de sacristía y niños prodigio por aquel entonces muy en boga. Ya en el prólogo, la voz en off de Juan Manuel Soriano anuncia "una historia ingenua y sencilla" no sin antes cantar las excelencias de una vida campestre más idílica que real. Entre otras cosas porque los hechos narrados dejan traslucir un regusto milagrero que los hace especialmente propicios para aleccionar al personal.
Lloreda, el lugar donde arranca la acción, es una pequeña localidad de "casas pequeñas y apretujadas" con su río, su campanario (que, "como un símbolo, apunta al firmamento") y, repicando desde las alturas, una campana sobre cuyo bronce puede leerse inscrito: "Cuando yo deje de tañer, ¿quién recordará la Fe?" El caso es que, una noche de tormenta, un rayo cae sobre la susodicha, dejando mudo al pueblo y a sus feligreses.
El 'Ratón' (Xavier Rocasalbas) y el 'Chispa' |
Pero se da la circunstancia de que don Dimas, el viejo párroco (Ernesto Vilches), tiene a su servicio a un par de acólitos, mitad monaguillos mitad pícaros, que no se arredran ante nada. Sobre todo el mayor de ellos, apodado el 'Chispa' (Pepito Moratalla), quien, aparte de beberse a escondidas el vino de misa, hará lo imposible para recaudar los fondos que permitan la adquisición de una nueva campana.
Que dos niños pequeños se planten ellos solos en Madrid y que, tras varias peripecias, obtengan el dinero gracias a un premio de la lotería solamente ocurre en los cuentos de hadas. Aunque el éxito, por aquellas mismas fechas, de Marcelino, pan y vino (1955) corrobora que el nacionalcatolicismo auspiciaba este tipo de fábulas amables con la mira puesta en propagar su propio ideario. Consideraciones de sobras conocidas que no impiden esbozar una sonrisa al ver, en una misma película y en papeles secundarios, a Gila, como pregonero, o al siempre entrañable Pepe Isbert ocupándose de las barcas del Parque del Retiro.
El de la trompeta es Gila |
Fruto de los tiempos.
ResponderEliminarY que lo digas.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarEn una infancia muy lejana fui monaguillo, aunque nunca me atreví a entrarle al vino, yo de pequeño era muy acojonao...jeje
No he visto esta película, desde luego la presencia de gente como Isbert o Gila ya es un atractivo mas.
Saludos y feliz semana!
Pero bueno, Fran: ¡tú eres una auténtica caja de sorpresas! Así que también fuiste monaguillo... Vaya, vaya: deberías plantearte algún día escribir un libro de memorias.
EliminarVenga: saludos y hasta pronto.