Título original: Евгения Гранде
Director: Sergei Alekseyev
Unión Soviética, 1960, 96 minutos
Evgeniya Grande (1960) de Sergei Alekseyev |
En la vida pura y monótona de las muchachas, llega una hora deliciosa en que el sol les derrama sus rayos sobre el alma, en que la flor expresa pensamientos, en que las palpitaciones del corazón comunican al cerebro su cálida fecundidad y funden las ideas en un vago deseo. ¡Día de inocente melancolía y de suaves alegrías! Cuando los niños empiezan a ver, sonríen; cuando una muchacha entrevé el sentimiento en la naturaleza, sonríe como sonreía de niña. Si la luz es el primer amor de la vida, ¿no es el amor la luz del corazón? Para Eugénie había llegado el momento de ver claro en las cosas de aquí abajo.
Honoré de Balzac
Eugénie Grandet (1834)
Traducción de Luis Romero
La voz en off de un narrador presenta a los personajes mientras éstos van saliendo ordenadamente de la iglesia donde se acaba de celebrar una misa con motivo del cumpleaños de la heredera de los Grandet. Y así los Cruchot, de Grassins y demás protagonistas de esta historia desfilan ante el espectador con su parsimonia de burgueses provincianos. También Nanon (aquí rebautizada como Nanetta), la criada fiel de la familia protagonista y uno de esos secundarios entrañables que ha dado la literatura universal.
La puesta en escena de Evgeniya Grande (1960) denota un cierto regusto teatral que, lejos de ser un defecto, constituye uno de sus principales alicientes. En ese sentido, resulta particularmente sugestiva la utilización que se lleva a cabo del sonido directo, lo cual permite percibir hasta las pisadas de los actores sobre el entarimado, con lo que ello tiene de inmediatez costumbrista: más que la fiel adaptación cinematográfica de un clásico, se diría que los primos, el resto de allegados y hasta el avaro tonelero han cobrado vida durante un rato para deleitarnos con sus tribulaciones.
Asimismo, o tal vez a consecuencia de dicha vivacidad, el objetivo se recrea filmando primeros planos del rostro de los intérpretes, incluso llegando a romper la cuarta pared en varias ocasiones para hablarnos mirando directamente a cámara. De entre ese excelente reparto destacan en especial los nombres de Ariadna Shengelaia en el papel de Eugénie y, sobre todo, Semyon Mezhinsky (1889-1978), actor de carácter cuya fisonomía pudiera recordar vagamente a la de, pongamos por caso, un Gérard Depardieu, y que con su magistral encarnación de Félix Grandet ponía punto final a su carrera en la gran pantalla.
Huelga, por último, señalar cómo, desde la óptica soviética, la lectura propuesta por el cineasta Sergei Alekseyev a partir del texto de Balzac deja entrever que la raíz del conflicto dramático obedece a motivaciones tanto ideológicas como económicas. No de otro modo puede entenderse la figura de un despótico padre de familia que, además de interponerse entre los amores de su hija y su sobrino Charles (Mikhail Kozakov), representaría todos los males atribuibles a una visión demonizada del capitalismo salvaje.
En efecto, Mezhinsky, parece el doble de Depardieu, o al revés.
ResponderEliminarEl caso es que, desde 2013, Depardieu tiene la nacionalidad rusa. O sea que algo en común ya tienen.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarA veces creo que hay mucho en común entre el cine y la cocina, una buena materia prima (en este caso la obra de Balzac), cuidados ingredientes (reparto y demás aspectos artísticos), el tiempo y la forma de cocción (dirección y estilo).
Pues no me queda otra que seguir tomando nota...
Saludos y felices navidades!
Hay que admitir que en la época soviética se tomaban muy en serio la cultura, tal y como lo demuestra esta brillante adaptación de la obra de Balzac (por cierto, la más fiel al texto de cuantas he revisado durante estos días).
EliminarUn abrazo, Fran, y a seguir disfrutando de las fiestas.