Título original: Lord of the Flies
Director: Peter Brook
Reino Unido, 1963, 92 minutos
El señor de las moscas (1963) de Peter Brook |
Simon, como una pequeña imagen bronceada, oculto por las hojas, permaneció donde estaba. Incluso al cerrar los ojos se le aparecía la cabeza del jabalí como una reimpresión en su retina. Aquellos ojos entreabiertos estaban ensombrecidos por el infinito escepticismo del mundo de los adultos. Le aseguraban a Simon que todas las cosas acababan mal.
William Golding
El señor de las moscas
Traducción de Carmen Vergara
La obra cumbre del premio Nobel de literatura William Golding (1911–1993) fue objeto de una más que notable adaptación cinematográfica de la mano del siempre competente Peter Brook. Y a fe que no debió de ser tarea fácil, considerando que el reparto de Lord of the flies (1963) estaba íntegramente formado por niños. Aunque Brook, hombre de teatro, se las ingenió para hacer que los muchachos improvisaran buena parte de su actuación. Arduo proceso de trabajo que acabaría traduciéndose en sesenta horas de filmación, finalmente reducidas a los noventa minutos del montaje definitivo.
Como ya sucedía en la novela, el filme plantea una situación límite que se presta a diversas y profundas consideraciones en torno a la condición humana. Sobre todo porque el conato de sociedad que los chicos protagonistas llevan a cabo en la isla desierta a la que han ido a parar, a resultas de un accidente aéreo, pone en tela de juicio los pilares de todo progreso y aun de nuestra propia civilización.
Rodada íntegramente en localizaciones exteriores de Puerto Rico y Jamaica, la puesta en escena se beneficia, por otra parte, de una excelente fotografía en blanco y negro (obra de Tom Hollyman) que contribuye aún más, si cabe, a generar una determinada atmósfera documental que casa a la perfección con el trasfondo antropológico que se desprende del argumento.
¿Parábola desmitificadora? ¿Fábula pesimista? Lo cierto es que las lecturas más plausibles son aquéllas que subrayan el carácter maligno de una especie condenada a repetir los mismos patrones autodestructivos a pesar de los aparentes logros que la educación y la cultura ejercen sobre el individuo. En ese sentido, basta apenas que se active su instinto de supervivencia para que los jóvenes cachorros olviden rápidamente lo aprendido en las aulas, no sin antes dejarse arrastrar por un tribalismo salvaje de consecuencias nefastas.
Cuando le concedieron el Nobel a Golding, el jurado comparó su obra con la de Herman Melville, no sé si es para tanto, pero es cierto que en sus obras se mezclan las reflexiones morales con la aventura.
ResponderEliminarEso de las comparaciones ya se sabe cómo va. En todo caso, la obra literaria de Golding posee cualidades que la convierten en justa merecedora de dicho premio.
EliminarLa historia es, desde luego, escalofriante. Sin embargo, no he visto esta versión sino otra más reciente, de 1990, que no tiene muy buena prensa pero me gustó.
ResponderEliminarUn abrazo.
La versión de Peter Brook no sólo es más fiel a la novela, sino que además es sensiblemente mejor que esa otra de 1990 a la que aludes (y que he tenido ocasión de ver esta tarde).
EliminarUn abrazo.
Hola Juan!
ResponderEliminarSin desmerecer a la del 90 yo también me quedo con esta. ¡Benditas localizaciones exteriores!, últimamente estoy hasta la coronilla del croma...
Saludos!
Para mi gusto, esta versión me parece más auténtica, más fiel al texto de Golding.
EliminarSaludos.