Director: Galder Gaztelu-Urrutia
España, 2019, 94 minutos
El hoyo (2019) de Galder Gaztelu-Urrutia |
"Hay tres clases de personas: los de arriba, los de abajo y los que caen..." Uno no se explica muy bien cómo, pero de vez en cuando se produce el milagro y aparece, como salida de la nada, una obra maestra tan insólita como El hoyo (2019). Distópica, terrorífica, claustrofóbica... Son muchos los adjetivos que se le pueden aplicar a la ópera prima del vasco Galder Gaztelu-Urrutia (Bilbao, 1974). También magistral, obvio. Así lo atestigua la excelente acogida que tuvo en el Festival de Sitges, donde recibió varios premios, entre ellos el de Mejor Película.
Asimismo, las numerosas interpretaciones a que se presta el guion de David Desola y Pedro Rivero giran en torno a una sociedad futura marcada por el control férreo de las instituciones sobre el individuo. En ese sentido, la esencia de la trama parte de las mismas premisas que cualquier drama carcelario, si bien añadiéndole elementos propios de la ciencia ficción y el cine de suspense. Aunque lo que le confiere su singularidad es esa inaudita prisión ascendente (o "centro vertical de autogestión", según la eufemística jerga utilizada por las autoridades penitenciarias) en la que se puede ingresar voluntariamente.
De entrada, cabe pensar que la distribución de las celdas en sucesivos niveles, a cuál peor, pudiera representar una alusión directa al carácter jerárquico de una sociedad sumamente estratificada. De ahí que los de la planta inmediatamente inferior deban alimentarse de las sobras que les han dejado los reclusos del piso de arriba, en lo que supondría una lectura alegórica del sistema capitalista y las políticas neoliberales.
En todo caso, Goreng (Ivan Massagué) tiene algo de redentor, especie de líder dispuesto a sublevarse contra el sistema. Quizá por ello solicitó entrar al hoyo con un ejemplar del Quijote, en previsión de la cruzada a la que iba a enfrentarse en su interior. Se abren así infinidad de interpretaciones, la mayoría profundamente pesimistas, algunas incluso de índole numerológica. Por ejemplo, 333 niveles existentes, con un par de internos en cada uno, hasta sumar las 666 razones que hacen de ese sitio lo más parecido al infierno.
No pude con ella. Me pareció tan terrorífico el análisis de la esencia humana como posiblemente real un futuro así… y entonces no pude terminar de verla, te juro que me sentía mal al hacerlo. Quedó mi hija y mi marido… y luego al final me dijeron: “no era nada del otro mundo… hubieses podido terminarla…” …lo que no entendieron ellos es que, no era lo que veía lo que me afectaba, sino lo que ello me provocaba dentro.
ResponderEliminarUn beso y buen inicio de semana!
Tu comentario es el mejor elogio para un cineasta, puesto que a menudo el arte tiene por misión incomodarnos (piensa en el ojo rasgado de "Un chien andalou").
EliminarOtro beso para ti y muchas gracias por tu aportación.
Interesante propuesta no exenta de originalidad.
ResponderEliminarYo sinceramente creo que hubiese merecido mayor repercusión aún de la que ya tuvo. Me parece una película sencillamente portentosa. No descartes que Hollywood haga con ella algún remake abominable.
EliminarTremenda metáfora(s). Muy buena e ingeniosa, una vuelta de tuerca a cube, pero bastante mejor.
ResponderEliminarSaludos.
Desde luego, Fernando: una de esas distopías que no dejan a nadie indiferente.
EliminarSaludos.
Hola Juan!
ResponderEliminarAún no la vi, pero recuerdo el revuelo que armó entre críticos. Luego de esta reseña me la apunto, no la dejo pasar.
Abrazos!
Hola, Frodo:
EliminarMe encantará saber tu opinión sobre esta película: podrías pintar un cuadro inspirado en ella.
Abrazos.